Aquí
presentamos una propuesta concreta para el cine.
Cinemark, la
tercera cadena de exhibición que tiene una participación del 6% en México,
recientemente anunció a El Economista que rompe el
“pacto de caballeros” que tenía con Cinépolis y Cinemex, duopolio que controla
y obtiene cerca del 90% de los ingresos
en taquilla que se generan en todo el país.
El control que ejerce este
duopolio no se limita sólo a la exhibición de las películas, sino al
aprovechamiento del tráfico clientelar que le generan los distribuidores y los
productores con la publicidad de sus películas, para obtener jugosas ganancias
directas –las generadas en taquilla-, e indirectas –las que obtiene en sus
dulcerías, creperías, cafeterías, bares, etc.-, sin que de ello participe un
centavo a los otros sectores de la industria cinematográfica.
Al productor, que es el
primero en invertir y el último en cobrar, después de que terminan de
“jinetearle” el dinero, y después de que se paga el IVA, el exhibidor retiene
el 50% del total de los ingresos y meses después paga el 1.65% de regalías a
los autores, luego de que el distribuidor cobra su comisión y el gasto de
copias y publicidad; ya al final, un mes después de cobrados los ingresos en
taquilla, le participan al productor en promedio un 12%. ¡Increíble pero
cierto!
Es así que, para recuperar la
inversión, sin contar el costo financiero que los tiempos de producción y de
lanzamiento implican, la película tiene que lograr ingresos equivalentes a 8
veces su costo. Dada la estructura legal y financiera que persiste en la
industria mexicana de cine, casi ninguna película lo logra. Si se hace cine es porque
el Estado asume las pérdidas, y prefiere absorberlas para no contrariar al
duopolio y a las “majors” norteamericanas (Fox, Universal, Paramount, Sony,
Warner, Disney), quienes para colmo, con la avaricia que las caracteriza, se
ampararon para no dar 1 peso de lo cobrado en taquilla para el fomento del cine
mexicano de calidad.
Alejandro Ramírez M., Director General de Cinépolis. |
Por si fuera poco, el “pacto
de caballeros” incluye la participación en las decisiones sobre las películas
que los productores habrán o no de filmar en México. Por ejemplo, los
distribuidores y exhibidores tienen dos votos en el Comité Técnico de Fidecine,
mientras que los productores tienen sólo 1 voto… voto que por cierto, en la
mayoría de las ocasiones, pacta con el duopolio y la mafia de un subsector de
productores que constantemente se benefician con las decisiones del Comité.
Desde que se firmó el
Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, se liberó el precio del
boleto y con ello se fue marginando a la mayoría del público que ya no pudo
pagar precios tan altos. Vino así el cierre de aquellos grandes y populares cineteatros,
y la proliferación de los complejos en gran medida ligados a los negocios de
las plazas comerciales en las que el señor Carlos Slim, el empresario más rico
del mundo, vende ropa, teléfonos celulares, alimentos, cigarros, bebidas
alcohólicas y muchas otras mercancías y servicios, como por ejemplo el estacionamiento para autos, tanto o más caro que un boleto de cine…
Todo lo anterior, que se
basa en sobreponer los intereses de unos cuantos particulares, sobre el interés
público, beneficia a un pequeño sector de la población y deja fuera a la
mayoría. Se trata de una injusticia, como todas las demás que hoy, con gran
fuerza y valentía, están denunciando los jóvenes de muchas universidades del
país, y especialmente el grupo # Yo soy 132.
UNA
PROPUESTA
La democratización del cine
en México, no significaría la expropiación de los complejos de Cinépolis,
Cinemex, Cinemark y el resto de los independientes. Todos ellos venden cerca de
200 millones de boletos, lo cual significa poco menos de 2 boletos por mexicano
al año.
Si el Estado verdaderamente decide
apoyar a esta industria cultural tan importante, a fin de que crezca y logre el equilibrio que
beneficie a todo el público y a todos los sectores involucrados, el potencial
de mercado a corto o mediano plazo, sería en promedio de 12 boletos al año por
mexicano; o sea, 1 boleto cada mes. No parece mucho para que el cine sea de
nuevo una de las principales actividades para el entretenimiento y la cultura
de los mexicanos.
6 veces puede crecer el
mercado del cine, de 200 a
1,200 millones de boletos al año. Los 200 ya los controla el duopolio; los 1,000
adicionales serían para desarrollar la industria mexicana de la producción y un
nuevo sector popular de distribución y exhibición, en donde el nuevo cine
mexicano, conectado con los gustos y necesidades de la población, logre en forma gradual del 30 al 50% de presencia en esas nuevas pantallas. Actualmente no llega ni al 7% de las existentes.
Hay muchas ideas para
incrementar el número de pantallas a precios populares. Los cines móviles son
una de las alternativas que pueden operarse con inversiones mucho menores en
infraestructura. Los equipos móviles aprovecharían instalaciones como auditorios
de escuelas, universidades, iglesias, centros cívicos, gimnasios, y hasta
exteriores en las plazas públicas, patios, calles de los barrios… Viene a mis
recuerdos aquella entrañable secuencia de la película “Cinema Paraíso” en la
que un cambio en la orientación del proyector, de la sala privada a la plaza pública,
hizo felices a tantas familias congregadas para disfrutar esa noche el cine al
aire libre…
Con recursos privados y del
Estado podría apoyarse un sistema de franquicias que operen microempresarios a
quienes se les ofrezcan a crédito los equipos de proyección digital de alta
resolución, los de sonido, de transporte y de computación para el envío y
recepción de las películas digitales, así como para su control administrativo.
Además, entre el Estado y las empresas privadas que tienen intereses en el
mercado del cine, pueden subsidiar, fondear y promover un cinebono con significativos
descuentos para que las personas y las familias vayan con mayor regularidad al
cine.
La creación gradual de
25,000 microempresas de cine móvil, para interiores, exteriores y 3 distintos
tamaños de cineaudiencias, sería apoyada por una nueva organización que asocie
a productores y pequeños distribuidores nacionales, de modo que los exhibidores
móviles sean abastecidos con las películas de esta organización y apoyados por su división publicitaria. Las palomitas, los refrescos y las golosinas serían un complemento,
pero subsidiario al negocio, que beneficie a todos los sectores de esta nueva
industria solidaria y, a la vez, sus precios estén al alcance de las mayorías.
Muchos
más boletos a mucho menor precio, es la clave
que podrá detonar el desarrollo y la consolidación de una nueva y verdadera
industria cinematográfica nacional, solidaria y subsidiaria, basada en un
equilibrio sano entre el interés público y el privado.
Más o menos así se desarrollaría el plan de trabajo:
1er año - Plan
piloto, pruebas y consolidación del modelo.
2º año - Contratación
y puesta en marcha de 1,000 franquicias.
3er. año - 2,000
franquicias más.
4º año - 4,000
franquicias más.
5º año - 6,000
franquicias más.
6º año - 12,000 franquicias más.
A lo largo del próximo sexenio, la puesta en marcha de 25,000 franquicias
podría generar aproximadamente 250,000 empleos directos, gradualmente autofinanciables, entre muchos otros
beneficios económicos, sociales y culturales.
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Nota: Salvo las gráficas, el resto de las imágenes son crestomatías descargadas de Internet con fines culturales.