por Javier OTK
Crestomatía que agradecemos a la revista PROCESO. |
Después de solicitar al CONACULTA de Consuelo Sáizar, en varias ocasiones, información relativa al costo de la campaña “Orgullo Michel Franco”, y de negármela sistemáticamente con el pretexto de que no existía esa información, y después de investigar y comprobar, gracias al IFAI, que dicha información sí existe pero dispersa en varias dependencias, y que la oficina de la presidencia de Calderón se rehusaba a reunir y transparentar, llegué a varias conclusiones. Una de ellas, es que los funcionarios públicos que deciden sobre la aplicación de los tiempos oficiales a las campañas del gobierno, del IFE y de los partidos, no tienen ni idea de lo que, en forma específica, le cuesta cada campaña de “comunicación social’ a los contribuyentes.
Lo que acaso saben, es la cantidad de “impactos” que se pautan en sus campañas. RTC entiende por “impacto”, cada vez que un spot de radio o televisión es transmitido en un determinado medio. Pero como los funcionarios no manejan un referente monetario del costo real que implica transmitir dichos spots de acuerdo a las tarifas de los medios, pues para ellos simplemente no cuestan. Sólo saben que la transmisión va con cargo a los tiempos oficiales, ya sean estatales o fiscales; pero de ahí no pasan. ¡Qué fácil comprar así sus anuncitos!, ¿no?
Esa práctica ineficiente y gravemente nociva, denota carencia de responsabilidad de los servidores públicos, y esconde prácticas indebidas que benefician a los medios y a sus cómplices en el gobierno.
Por ejemplo, ¿sabía que si usted pide a RTC, a través de la SEGOB, información sobre la cantidad de spots transmitidos en una campaña gubernamental con cargo a los tiempos oficiales, sólo le dan información de lo que pautaron para esa campaña, pero no sobre lo que realmente transmitieron los medios? ¿Y si no los transmitieron total o parcialmente, dónde queda la bolita?, porque RTC no monitorea que se transmitan todos y cada uno de los spots pautados, sino que sólo verifica una muestra aleatoria y generalmente enfocada sólo al D.F.
Respecto al ineficiente IFE, una cosa es distribuir tiempos oficiales entre los partidos y otra, muy distinta, es asignarles una determinada cobertura o millares de personas alcanzables y alcanzadas por spot transmitido según el medio, horario, rating; su frecuencia de exposición, su alcance y cuota. Por ejemplo, un solo spot transmitido en el ‘Canal de las Estrellas’ dentro del horario nocturno, puede llegar a decenas de millones de personas; en tanto que ese mismo spot transmitido en un horario matutino por el canal 22, suele llegar sólo a miles de personas. O, si ese mismo spot se transmite, por ejemplo, en horario vespertino del canal 5, quizá un alto porcentaje no le llegue a ciudadanos, por ser niños quienes estaban viendo el programa.
A nivel cuantitativo, repartir cantidades de tiempos oficiales; es decir, de horas, minutos y segundos, sin tomar en consideración todas aquellas variables, suele resultar absolutamente desproporcional e inequitativo.
Ahora bien, a nivel cualitativo, los impactos reales que logren los spots transmitidos, dependerán de cómo hayan sido concebidos, producidos y percibidos los mensajes contenidos en dichos spots.
Lo que seguramente no supieron y quizá jamás sepan Felipe Calderón y Consuelo Sáizar, es cuánto costó a los mexicanos, en pesos y centavos, la campaña “Orgullo Michel Franco”, porque la pagaron con manchólares.
Los manchólares son instrumentos de pago, que tienen un determinado valor tanto para quienes pagan con ellos, como para quienes cobran. Por ejemplo, si los manchólares se usan para pagar campañas con cargo a tiempos fiscales, quien ordena el pago, por ejemplo Consuelo Sáizar, no sabía ni le importaba saber el valor de intercamio monetario de esos manchólares con los que la SEP pagó la campaña de Michel Franco. Pero, Televisa y TV Azteca, bien que sabían cuánto dinero podían deducir del pago de sus impuestos por haber recibido determinada cantidad de manchólares para la transmisión de la campaña.
Y esos cretinos que pagaban y siguen pagando y cobrando con manchólares, ¡que no manchen!, ¿de dónde los sacan?
Pues obvio, del banco, igualito que en el juego del Turista o del Monopoly. En la realidad de nuestro sistema financiero, en vez de que éste aumente los ingresos con dinero proveniente del pago de impuestos, fabrica manchólares que les da a los jugadores; es decir, aquellos que ordenan y que transmiten las campañas.
Los jugadores, así, se quedan felices. Ganan los que pagan, porque logran que esos billetes virtuales compren servicios reales, campañas que les reditúan considerables beneficios económicos y políticos cuantificables. Y los medios que transmiten, que cobran con los manchólares virtuales, pues también felices porque los usan para pagar impuestos que, de otro modo, tendrían que pagar con moneda real.
¿Y en todo este juego, quién sale manchado?
Pues la sociedad, el pueblo, porque el sistema financiero, al dejar de recibir impuestos con moneda real, no puede hacer inversiones de otro tipo, como escuelas, servicios de salud, etc., que no pueden pagarse con manchólares.
¿A ver, que Cinépolis y Cinemex le paguen con manchólares, a Birman Ripstein, los ingresos en taquilla de su película “El Crimen del Cácaro Gumaro”?
¿O qué le podría ocurrir a Peña Nieto si ordenara pagar con manchólares la siguiente nómina a los maestros manifestantes de la CNTE?
O mejor aún, ¿qué tal que a los políticos les paguemos su salario con manchólares?
¿O qué le podría ocurrir a Peña Nieto si ordenara pagar con manchólares la siguiente nómina a los maestros manifestantes de la CNTE?
O mejor aún, ¿qué tal que a los políticos les paguemos su salario con manchólares?