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viernes, 6 de agosto de 2010

CONSPIRATIO - Homenaje Lúdico de Oteka en el Primer Aniversario

CON RESPETO Y CARIÑO FRATERNO A MI TOCAYO JAVIER SICILIA:

Los sencillos e improvisados retoques y animaciones que presento, parten de esta fotografía y de otras imágenes de Internet, a cuyos autores lamentablemente desconozco, pero les ofrezco darles el merecido crédito cuando lo sepa.

Próximo a cumplirse el primer aniversario de la revista CONSPIRATIO, Oteka sometiò a la consideración de los lectores y colaboradores este improvisado, lúdico y quizá irreverente homenaje, porque en estos tiempos apocalípticos sólo nos queda la esperanza y, ¿por qué no?, reír y celebrar.

Es una presentación apenas bocetada, realizada originalmente en formato "ppt" y grabada directamente de la pantalla con una sencilla videocámara sin control manual de diafragma.

OBRA DE DIFUSIÓN CULTURAL, CON CRESTOMATÍAS Y SIN FINES DE LUCRO.



“Lo que estamos esperando los católicos, que sólo desde allí amamos dolorosamente nuestro cuerpo prostituido [la Iglesia institucionalizada, una meretrix, una puta], son signos de la presencia de Cristo. No nos basta que Benedicto XVI, quien eligió el ambiguo y lento camino de las reformas institucionales, vaya, arropado por el “montón” católico convocado por Sodano, a pedir perdón a las víctimas de país en país –ese gesto no lo distingue de lo que podría hacer cualquier hombre de institución–. Nos gustaría verlo –asumiendo uno de sus mayores epítetos: “el siervo de los siervos de Dios”– con la pobre y desgarrada túnica de Cristo, reuniendo a las víctimas en San Pedro, haciendo una misa de perdón y reconciliación y caminando con ellas hasta la plaza pública con el único testimonio de su pobreza y de su caridad. Nos gustaría ver a Norberto –que no dejó de encubrir a Maciel– y a una buena parte de la Legión haciendo lo mismo, y, después de renunciar, en el caso de Norberto, a su cardenalato, y, en el de los legionarios, a sus prerrogativas, caminar hacia un monasterio y someterse al rigor de esa vida. Nos gustaría ver en ellos el signo de Cristo y no el del César que se protege de sus miserias; ese signo que, en medio del cuerpo prostituido de la Iglesia, se hace presente en cada sacerdote, en cada monja(e), en cada laico(a), en cada no creyente que, renunciando al poder, sin encubrir sus miserias, está, con el perdón en los labios, en la cabecera de los agonizantes y de los despreciados, de las víctimas y de los olvidados del mundo; en cada hombre que, sabiéndolo o no, da testimonio, en el amor, la verdad y la humildad, de la dignidad de lo humano y de aquello que, por encima de los poderes del mundo y sus hipocresías, lo sobrepasa y hace posible la castidad que nunca nos pertenece por nosotros mismos. Sólo desde allí la Iglesia visible volverá a ser levadura”.

Javier Sicilia
Fragmento de "La puta casta".
Proceso, 18-mayo-2010