Por Javier Oteka
Una de mis hipótesis respecto a las triquiñuelas en el proceso para
acceder al Fidecine, cuya demostración es absolutamente factible, puede
redactarse más o menos así:
La última convocatoria para la presentación de proyectos a Fidecine
fue publicada el domingo 30 de octubre de 2011, indicando que el período de
recepción de proyectos comenzaba el jueves 3 de noviembre de ese mismo año y
terminaba cuando se agotaran los recursos. Es decir, a la comunidad en general
se le dieron sólo 3 días (lunes, martes y miércoles) para preparar y presentar
sus complejísimas carpetas, en caso de que quisieran ingresar entre los
primeros con más factibilidad de obtener recursos.
Además de ese embuste, en ese momento cambiaron las reglas de
operación y los documentos que solicitaban. Entender una reglamentación con tanto
cambio, es entrar en un laberinto del que casi sólo pueden salir bien librados
ciertos productores y leguleyos enterados con bastante anticipación.
A mí, el Coordinador de Fidecine me revisó la carpeta de mi proyecto,
como a todo aquel que lo solicitara, antes del día de la recepción, y eso
porque me enteré previa pero tardíamente del próximo lanzamiento de la
convocatoria, ya que los chismes vuelan aunque sea con poca oportunidad. Es así
que, a marchas forzadas pude ajustar y corregí todo lo que me recomendó el
Coordinador. El día de la entrega, ese mismo Coordinador ya me quería rechazar
la entrega de mis carpetas. Salí bien librado de ese obstáculo porque pude
demostrar que no faltaba nada de lo que él me había pedido; pero al final fui
prácticamente aniquilado.
Toda esa maraña no puede ser diseñada así, sino para favorecer a
quienes logran enterarse con bastante anticipación de todo ese laberinto y de
los cambios en las reglas. Por eso, a la mayoría la rechazan, a veces simplemente
porque a alguien le falta un intrascendente papel que podrían llevar al día
siguiente, pero desde luego, perdiendo el turno.
Es un proceso kafkiano rediseñado en cada convocatoria para favorecer
a la clientela de los leguleyos previamente enterados. La mayoría perece a
medio camino, no porque estén mal sus proyectos, sino porque la tramitología
burocrática se encarga de eliminarlos para beneficiar a los leguleyos, a los
promotores e intermediarios quienes después enajenan sus proyectos a otros
sujetos de apoyo, dejando un margen muy estrecho para quienes sin estar
coludidos sí logran concluir el proceso.
Yo le apostaba a ese estrechísimo margen, la víspera del día inicial
para la entrega pernocté con otros cinco “pacientes” a la intemperie, frente a
las oficinas del Imcine para ganar un buen lugar, pero fui aplastado por el
elefante blanco que me esperaba al final del laberinto Fidecínico.
Suscríbete a CineDenuncias en Facebook: