Por Javier OTK
Sumisos al cronómetro televisivo y a las reglas del supuesto debate, los candidatos no lograron imponerse al poder fáctico que los gobierna y, por supuesto, no atinaron a distinguir entre la función de exponer y la de debatir. Es así que sus posicionamientos no lograron cuajar.
Es imprescindible distinguir entre exponer y debatir:
La exposición es una explicación de un tema o asunto por escrito o de palabra.
El debate es una contienda, una lucha, un combate, una controversia, una discusión de opiniones contrapuestas entre dos o más personas.
La tiranía del cronómetro del duopolio televisivo se impuso nuevamente sobre el derecho a la información. Al endiosar el tiempo de las televisoras como un valor superior al derecho que tenemos los ciudadanos a ser informados, el único posicionamiento que se logró fue el de ese poder fáctico.
Nos dejaron clarísimo que sus tiempos y coberturas nacionales valen tanto, que ni el IFE, ni los partidos políticos, ni los ciudadanos podemos disponer de ellos, de tal forma que las distintas exposiciones y debates lleguen al ciudadano en forma clara y suficiente.
Ni los millones de spots, ni el par de “debates” oficiales, han cumplido las expectativas de que los ciudadanos tengamos pleno acceso a las propuestas de cada candidato y al cómo piensan aterrizarlas.
Ya no hay duda de que quienes realmente gobiernan en México, son las televisoras y los anunciantes que las financian.
Los jóvenes del #132 se suman a la razón. Mientras no se someta a ese poder que gobierna al resto de los poderes, México seguirá atolondrado por una déspota ilusión de democracia.