por Javier O.T.K.
Ya te vas Felipe y yo no puedo despedirte como alguna vez te saludó mi hermano Javier Sicilia, con un beso en la mejilla. Te digo adiós, eso sí, con alegría, con inmensa alegría; pero no por lo que hiciste, sino porque ya te vas.
Y tú te despides exactamente como llegaste, con ese cinismo fenomenal, desafinando corridos, como quienes rinden tributo a los narcos; pero tan desafinado que cualquiera que quisiera comparar tus dotes con las de Hugo Chávez, no dudaría quién de los dos sí fue agraciado por Orfeo.
Y tú te despides exactamente como llegaste, con ese cinismo fenomenal, desafinando corridos, como quienes rinden tributo a los narcos; pero tan desafinado que cualquiera que quisiera comparar tus dotes con las de Hugo Chávez, no dudaría quién de los dos sí fue agraciado por Orfeo.
A diferencia de Hugo, con tu música, Felipe, espantaste a las nueve musas; y con tu guerra las horrorizaste. Ojalá que tu simbólica Eurídice, a quien volteaste a mirar antes de liberarla en tu viaje al inframundo, no se desvanezca en el aire, y esa vez para siempre.
También, ojalá, las Bacantes tracias no se sientan despreciadas por tu música y apresen a los animales que te acompañan y a ti, como a Orfeo, te apedreen, te despedacen y por allá esparzan tus miembros.
No te preocupes más, porque como Orfeo, cuentas ya con sendos sepulcros que tú mismo te construiste: La Estela de la Corrupción y el Memorial marciano a las víctimas de tu guerra.