Por Javier
Oteka
Se dice
que cuando un cazador de patos no confía en su destreza, en vez de rifle, prefiere
disparar con escopeta. De esa forma, aunque no apunte con precisión, algunos de
los múltiples perdigones atinarán a uno o a varios patos.
Esa es
la estrategia de la que se enorgullece el Imcine, la de disparar con escopeta
en vez de hacerlo con pericia y con rifle.
En su Anuario Estadístico 2011, presume que la cantidad de estrenos de
películas mexicanas va en aumento.
Pero, ¿cómo enorgullecerse de esa estrategia que
logró que 41 de los 62 estrenos captaran únicamente el 6% de los asistentes?
De esa
manera, al más puro estilo calderonista, de vanagloriarse con estelas de luz
que al final resultan torres de Babel, las autoridades del Imcine han
pretendido sumarse a los autoelogios del sexenio con la lujosa y apantalladora
edición de su Anuario Estadístico 2011, y su atarantadora estrategia de
disparar estrenos con escopeta, pese a que ya terminó la temporada de patos.
La
industria cinematográfica mexicana merece que las autoridades a quienes el
Estado confía las estrategias y la administración de los recursos, tengan la
capacidad profesional necesaria para disparar y atinar con rifle, sin producir tan
escandaloso desperdicio de los escasos recursos existentes.
Esto
significa que tanto funcionarios como asesores y miembros de los diversos
comités tengan y demuestren las competencias mínimas necesarias para cumplir
con sus funciones. No basta que un o una
directora del Imcine sepa escribir guiones y fungir como “script doctor” en
películas que, para tener éxito, tienen que ser escritas, reescritas, vueltas a
escribir y supervisadas por plantillas de hasta 10 script doctors y
supervisores de script. ¿Qué otra película justificaría a priori semejante
despilfarro?
Quien
dirija al Imcine en el próximo sexenio deberá sumar a sus conocimientos y
experiencia en la producción de cine, competencias en las diversas áreas de la
mercadotecnia y de la difusión cultural, de modo que no tenga la necesidad de
ocultar ni de retratar sólo el lado fotogénico de las cifras, creyendo que es
fácil hacernos patos.
En
síntesis, se requieren funcionarios y funcionarias, consejeros y consejeras, integrantes
de comités, que sepan administrar los recursos de los contribuyentes con
honestidad, eficiencia y eficacia. Que tengan la capacidad y asuman el
compromiso de encauzar una industria más equilibrada y exitosa en su sector de
producción, no tanto por la cantidad de sus estrenos, sino por su calidad y su participación
de mercado (cuota o share), tanto en México como a nivel internacional.
Hasta en
el caso del cine “cultural o de arte”, es deseable que sea visto por más
personas. Y eso, que puede llevar incluso a un buen índice de recuperación, se
logra no sólo en virtud de las características intrínsecas del producto o del
bien cultural, o sea de la película; sino mediante la implementación de
estrategias exitosas de marketing que, en algunos casos estén apoyadas por
patrocinios no sólo del Estado sino de la iniciativa privada.
Sería
muy aconsejable convocar a un pacto de los diversos sectores de la industria
cinematográfica y de las industrias conexas, de la sociedad y del gobierno, en
orden a fijar y lograr una meta ambiciosa para que el cine mexicano alcance, en
el corto plazo, una participación de mercado de por lo menos 30 por ciento, y
del 50% a mediano plazo. Y esto se logra no tanto por la vía impositiva de la
regulación legal, sino como fruto de una negociación de ganar-ganar y no, como
ahora, de ganar-perder.
Una
campaña nacional también es necesaria para involucrar a la sociedad; campaña
integrada no sólo por mensajes convincentes y promociones de todo tipo, sino
con películas que conecten con sus valores, sus gustos, sus anhelos y su visión
del mundo. Y que, así, les resulte muy atractivo descubrir nuestro cine y
concederle un significativo lugar dentro de sus preferencias.
Si las
telenovelas y algunas de las series mexicanas han logrado alcanzar una participación
mayoritaria en la televisión abierta de nuestro país y una aceptación enorme en
muchos otros países, ¿por qué algo parecido no puede lograrse a nivel del cine
mexicano, tanto en las salas como en otras ventanas?
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Natalia en el ZINCO JAZZ CLUB.