(Sostenido vía correo electrónico entre el 8 de agosto y el 2 de septiembre de 2010).
“Con una insurgencia cívica …
vamos a construir una nueva república
fincada en el AMOR
para garantizar la felicidad del pueblo”.
Andrés Manuel López Obrador
Carta "1" a Javier Sicilia
de Javier OTK
MUY QUERIDO TOCAYO:
Por el gusto de amplificar nuestro diálogo “desde los terrados”, quiero referirme a tus dos recientes y magníficos artículos publicados en los números 1760 y 1762 de Proceso, titulados: “¿Tiene posibilidades la izquierda?” y “La guerra mediática”, ambos relativos a la ante-pre-candidatura de Andrés Manuel López Obrador.
Viendo el grado en que la gente se ha decepcionado de la partidocracia, opino que AMLO no necesita el “respaldo” de una izquierda partidocrática plenamente restaurada. En todo caso, como tú bien dices, más conviene a los partidos de izquierda sumarse y acoger a AMLO como su candidato y, construir su estrategia en torno a él. Y dejar a más largo plazo el tema de la plena sanación de la izquierda.
Te preguntas cómo, en las elecciones del 2012, se articulará la propaganda y, en particular, la técnica de la denostación que sus adversarios han utilizado en contra de López Obrador a partir del 2006.
Me parece que no hay nada mejor que la denostación como materia prima para construir mitos, lo cual ya se observa en el siglo VIII a. C., en la obra de Homero, creativo reproductor dramático de héroes, dioses y mitos que, repetidos cientos de veces, llegaron a mimetizarse con la historia real de la Grecia antigua, y después de la Roma imperial, y del Occidente en general, hecho que seguramente analizó Goebbels para desarrollar, al servicio de Hitler, su técnica del martilleo (hoy base de la espotización) y así elevar al salón de la fama su frase que tan atinadamente citas: “Si se repite una mentira cien veces se convierte en verdad”.
Lo que Goebbels omitió, quizá debido a su mentalidad reduccionista y manipuladora, es que un mito no necesariamente es una mentira.
Por cierto, su cineasta de cabecera, Leni Riefenstahl, desarrolló otra legendaria técnica propagandística, la que hoy se conoce como “publicidad subliminal”, que décadas después emplearía Coca Cola y la industria publicitaria en general. [Un spot reciente de agosto y septiembre del 2010, que contiene un mensaje subliminal dirigido en contra del presidente Calderón, es el titulado "Una manera diferente de gobernar", preventivo del 5º informe de gobierno de Enrique Peña Nieto]. Es así que estas técnicas de la propaganda, y muchos de quienes las explotan, no tienen lealtad filial, ni fidelidad [ni ética]; son como las putas, lo mismo se ponen a la disposición de un patrón nacional socialista que otro capitalista [o neoliberal]… siempre y cuando pueda pagar su precio.
Sería de suponer que, de respetarse la ley en materia electoral, los candidatos tendrían posibilidades equitativas de competir en el terreno de los medios. Pero sabemos que esto, en los hechos, no será así. Por ello, me parece que la ventaja competitiva que presentas, tocayo, la de usar “las formas tradicionales de la movilización de masas”, es ya fundamental para AMLO. No obstante, los candidatos habrán de participar también en la arena mediática, contando para ello con el presupuesto que oficialmente se les asigne, más el que con chanchullos les ofrezcan algunos medios. Y allí, sólo si se sabe manejar con creatividad y eficacia el factor cualitativo, por encima del cuantitativo, podrá calentarse el caldo de cultivo que hará que uno de ellos (¿o ella?) gane la elección presidencial.
Respecto a tu cuestionamiento de cómo se articularán las técnicas propagandísticas en contra y a favor de AMLO, quiero imaginar que el asunto consistirá en la construcción de personajes míticos capaces de mover al electorado, más desde sus emociones que a partir sus razones, apelación que está más que estudiada y probada por las modernas ciencias y técnicas de la mercadotecnia y la comunicación.
Desde esta perspectiva, AMLO es el único capaz de proyectar la fuerza mítica necesaria para triunfar sobre sus adversarios, no sólo debido a su probada capacidad mediática para representar un personaje que, como diría Aristóteles en su Poética, debe resultar verosímil, sino porque en él (en AMLO), el personaje coincide más con la persona.
Tanto Marcelo Ebrard, como Enrique Peña Nieto, han ido construyendo sus personajes telenovelescos, en el género melodramático, con el auxilio de Televisa, la Mariagna y la Gaviota, infringiendo los tiempos electorales señalados por la ley, argumento con el cual, contradictoriamente, los denostadores pretenden ahora intimidar a AMLO.
En su pre-campaña del 2006, AMLO estuvo a punto de caer en la tentación que, cual serpiente del Edén, le ofrecía Televisa a través de su bella actriz exclusiva, Edith González, quien al no lograr que las hormonas y feromonas completaran su hechizo en el Peje, tuvo que aceptar el cambio de cliente que le pusieron sus patrones, empleando al máximo sus míticos encantos, ya no de Eva en pos de Adán, sino de Venus para seducir a Marte, el precandidato adversario Santiago Creel, a quien Televisa le debía cuantiosos favores y quien, al apagarse en las elecciones internas del PAN, ante Felipe Calderón, se vio obligado a romper con la talentosa güera, eso sí, después de haber procreado su linda hijita.
Quien aspire a ser su mesías político, deberá contribuir a plantar, con los mexicanos, el árbol tropicalizado cuyo aliento, inspirado en la conspiratio, podría purificar a México, aunque esta idea de purificación no sea querida por Enrique Krauze en su interpretación biográfica que en el 2006 tituló “El mesías tropical”. (Quién sabe si hoy, Krauze siga pensando igual, sobre todo después de leer la entrevista que le realizó nuestra revista CONSPIRATIO, que tan bien diriges, tocayo, en el número 04 titulado “El liberalismo: ¿el último rostro del terrorismo?).
[Al margen, como anécdota curiosa, durante esos días propuse a la actriz uno de los roles protagónicos en mi película “Buscando a Venus”, proyecto que no se consolidó pues días después Edith anunció a los medios su embarazo.]
De modo que, en lo que respecta al campo de batalla mediático en el que los candidatos habrán de enfrentarse en el 2012, la otra ventaja competitiva de AMLO podrá ser la de asumir el personaje mítico, desde una perspectiva telenovelesca como la de sus adversarios, pero a diferencia de ellos que ya se han posicionado en el melodrama, hacerlo en el género trágico, como los personajes de Homero, Sófocles y Esquilo, o en su versión mexicana, como los héroes patrios que la mitología popular ha ido construyendo durante los dos siglos recientes pero que hoy, con la moda manipuladora del Bicentenario, el gobierno ha intentado, infructuosamente, melodramatizar y, en algunos casos, llevarlos al extremo de la farsa. (“Que tus héroes te hagan millonario”. Lotería Nacional).
En tanto que el melodrama es un género no realista, que elimina los contrastes humanos y las contradicciones internas de sus personajes y los extrapola hacia el bien o hacia el mal absolutos, la tragedia, en cambio, que es un género mayor, y realista, diseña a los personajes en su profunda complejidad humana, convirtiéndolos en héroes por cuyas causas hasta vale la pena morir… Y hoy, lo sabemos, la mayoría del pueblo, harto de farsas, lo que en el fondo anhela es un héroe que, con “honestidad valiente”, venga a salvarlo, aunque sea un “mesías tropical”, y a pesar de que sus denostadores se empeñen en fabricar “complots” con tal de perjudicarlo.
Me parece que AMLO, en su situación prospectiva de héroe mítico, estaría más cerca del Evangelio de lo que él mismo podría creer y aceptar públicamente. Sólo necesita urgentemente una purificación (o por lo menos una “limpia”) de tantos odios y equívocos aprendidos en culturas dañadas tanto por interpretaciones marxistas radicales, como por las del ala liberal intransigente. Pero como, según AMLO, “el pueblo no se equivoca”, es más probable que se acerque a sus raíces evangélicas.
Yo confío en que, a diferencia de Castro o de Chávez, en caso de que AMLO ganara, su mesianismo de campaña aterrizaría en una presidencia legítima y legal, moderna, constructora de una democracia menos imperfecta y más justa que la que tenemos, siempre y cuando mantenga alejadas ciertas “avispas africanas” que suelen pegársele.
Por cierto, varias veces vi a AMLO hacer su caminata nocturna en la unidad de Copilco 300, donde antes él vivía, y acudir a misa en la capilla de los dominicos del CUC. Quizá esto no signifique mucho, pero el lema de "por el bien de todos los pobres van primero", sin duda es más evangélico y bienaventurado que el decepcionante y fraudulento eslogan de "el presidente del empleo"...
Va un abrazo fraternal de tu tocayo.
Respuesta a la Carta "1" de Javier OTK
por Javier Sicilia
Mil gracias, querido tocayo, por tus reflexiones alrededor de los artículos de Proceso que citas. Me parece que tu propuesta sobre el sentido del mito, que, como dices bien, no siempre es una mentira, es fundamental para que AMLO pueda llegar a la presidencia. Sin embargo, tengo mucho miedo de la mitologización.
La religión, en su sentido mítico, dice René Girard, está fundada sobre la violencia mimética. Donde quiera que volvamos el rostro, los mitos del pasado muestran que cuando la violencia original, basada en el deseo mimético de lo que el prójimo posee o en la intromisión de una calamidad –una peste, por ejemplo--, se vuelve una violencia absoluta e incontenible, es decir, una violencia de todos contra todos, surge un extraño mecanismo que no sólo la limita sino que vuelve a fundar el orden de la comunidad: “el chivo expiatorio”: desbordada por la violencia, la comunidad, amenazada de destrucción, repentinamente focaliza su deseo en una víctima cuyo “defecto” –ser extranjero, tener una particularidad física o un comportamiento extraño—se vuelve la marca distintiva del mal y de la culpabilidad de la violencia. Hacia ella la comunidad dirige su furor. Después de sacrificarla, la comunidad descubre que el orden no sólo volvió a restablecerse, sino que incluso, sobre las ruinas de la muerte del “chivo expiatorio”, se ha establecido un orden nuevo. El resultado, dice Girard, es la religión: no sólo la violencia humana expulsada a través del sacrificio del “verdadero y único culpable” (el pharmakós), sino, un vez adquirida la paz, la deificación, primero, de la víctima que con su muerte ha creado el orden; después, el ritual, que reactualiza el acto fundador del orden mediante sacrificios sustitutivos y, finalmente, el sistema de prohibiciones y obligaciones cuyo objeto es prevenir la reaparición de los conflictos que amenazan con destruir a la comunidad.
Desde siempre, la antropología materialista ha visto en el cristianismo –la muerte de la víctima que es deificada con su resurrección-- un mito más de esa violencia sagrada. Sin embargo, el propio Girard –y esa es su luminosa originalidad—ha mostrado también que la pasión de Cristo lejos de reactualizar el mito descubre –al igual que lo hace el Antiguo Testamento, con Abel, Job, José, etc.-- su mecanismo perverso: la víctima, contrariamente a la comprensión del sacrificio fundador de los mitos, es absolutamente inocente. Lo que habita detrás de la violencia mimética y su sacrificio expiatorio es lo demoniaco, la maldad que es violencia y que se apacigua, antes de destruirse, mediante una violencia selectiva que diviniza a la víctima y extrae de ella un orden.
Desde entonces, dice Girard, ya no es posible fundar nada desde la violencia. La debilidad de Cristo que, al utilizar los argumentos de la violencia sagrada los desenmascara, funda un orden que sólo puede ser el de la caridad, el del ágape. “La Resurrección –escribe Girard— [hizo] comprender a Pedro y a Pablo, y a todos los creyentes por medio de ellos, que cualquier manifestación de violencia sagrada es violencia contra Cristo. El hombre no es nunca victima de Dios, siempre es Dios la víctima del hombre” en el prójimo. Sin embargo, el cristianismo tardío, que no comprendió esto, volvió a deificar a Cristo convirtiéndolo en lo que el dios ha sido en las religiones míticas y en las conciencias modernas que buscan, ya no en el sacerdote sino en el político –en eso se ha convertido el laicismo-- una especie de divinidad que “tapa agujeros”, un Deus ex machina, un ser omnipotente que puede resolver nuestros problemas.
El peligro de AMLO es ese. AMLO, que ha sido una víctima sacrificial de lo político, debe de cuidarse de ser mitificado o de mitificarse. Por el contrario, creo que, siguiendo el Evangelio, debe ser un hombre para los demás, un hombre que devuelva a los ciudadanos el espacio político y sus responsabilidades. No necesitamos ya mitos mesiánicos, sean fabricados por las formas de la propaganda moderna o por las reminiscencias –que son mejores— de lo religioso, sino hombres capaces de mostrar que el camino político es del orden de la responsabilidad de cada uno con la comunidad y viceversa, y no de la administración estatal de nuestras vidas.
En este sentido me gusta mucho la propuesta del zapatismo en relación con las autonomías. Es hacia allá, hacia las responsabilidades compartidas que buscan, dentro de los límites y la proporción, el bien de todos, hacia donde debe dirigirse una verdadera política y no hacia la búsqueda de un hombre que, a través de las instituciones, debe resolverle la vida a todos. Cuando dice bien “Primero los pobres” –creo, como tú, que ese debe volver a ser su lema de campaña--, quiero entender que son los pobres, que saben lo que es una vida de solidaridad, los que deben marcar el derrotero de las políticas públicas y no las ideas de desarrollo, de gestión de las instituciones que siempre prometen lo que en un mundo pobre y proporcionado es imposible: la riqueza, y terminan siempre por crear desigualdades.
Por eso creo que AMLO debe cuidarse de los mesianismos y de los mitos, debe cuidarse de que su persona se identifique con un ser mítico y se manifieste como un ser en el mundo que muestra cómo vivir pobremente y no como un ser que puede resolverlo todo. Cristo no enseñó otra cosa que no fuera la propia debilidad de Dios. Es en esa debilidad, en esa pobreza, en esa gratuidad de vivir junto con otros dentro de los límites del mundo, donde nos salvó. Lo demás es una trampa. Al menos eso creo.
Carta “2” a Javier Sicilia
de Javier OTK
Estoy de acuerdo contigo, querido tocayo, que puede resultar peligrosa la estrategia de la mitologización para la campaña de AMLO rumbo al 2012, pero como están las cosas en estos tiempos, el riesgo parece ineludible. En todo caso, el compromiso y el reto deberán apuntar hacia la ulterior develación y deconstrucción del mito que conduzca a la curación del alma colectiva, a la reconstrucción de su conciencia y de una nueva historia con rostro más humano.
En tu carta, donde partes del concepto de René Girard, que tan bien resumes, respecto a que la religión, en su sentido mítico, está fundada sobre la violencia mimética que puede llegar a desbordarse y, por ello, tienes mucho miedo de la mitologización, recomiendas que es mejor presentar a AMLO como un hombre sencillo, sin el factor mesiánico, que convoque a la comunidad a que participe en sus propios logros a la medida de sus proporciones humanas, sin esperar la riqueza que falsamente promete el desarrollo, y dices: “Cristo no enseñó otra cosa que no fuera la propia debilidad de Dios”.
Excepto por la esplendorosa luz que siempre emanaban sus palabras, y no se diga su rostro y sus vestidos cuando se transfiguró ante Pedro, Santiago y Juan, y salvo por los milagros que solía hacer como caminar sobre las aguas, sanar a los enfermos incurables, alimentar con dos pescados y cinco panes a la multitud que lo seguía, resucitar a los muertos, expulsar a los demonios…, en efecto, así como dices, la debilidad de Dios se manifestaba en su naturaleza humana hasta que fue condenado a morir en la cruz. Pero la buena noticia, que ya no transmiten los medios de hoy, y que no terminan de comprender la antropología materialista que citas, ni las corrientes arrianistas que siguen empeñándose en mutilarle a Cristo su naturaleza divina, es que resucitó, no para anular su pobreza como hombre, sino para posicionarla con toda su gloria divina.
Y así, la víctima que murió en la debilidad de su hombre pobre, aparentemente abandonado por el Padre Dios que el Hijo había proclamado, hizo que el mito del chivo expiatorio (Pharmakós), como bien dices, por la víctima inocente fuera desenmascarado, purificándose y trascendiendo, gracias a su resurrección que irradia de sentido a la historia de la salvación. Es entonces que la promesa cumplida, puede llenar de esperanza al pobre y bienaventurado, al despojado, pues su debilidad, que si bien es germen de amor y solidaridad en el aquí y ahora, deja de ser trágico destino fatal, o una perenne imposición de quienes estructuran al Estado, sus leyes y su cultura imperante.
La pobreza, entonces, adquiere pleno sentido al significar la feliz antesala de la fiesta eterna en la plena comunión con Dios y con los hermanos… comunión que, por supuesto, todos estamos invitados a construir desde aquí y ahora, a partir de nuestra debilidad y proporciones humanas, para que así se cumpla lo que profetiza san Juan al decir que el que crea y viva en Él [Jesús], no morirá jamás. ¡Vaya promesa de inmortalidad que a no pocos parece desproporcionada respecto a la debilidad humana!
Por eso hay hombres que prefieren la mortalidad. En su extraordinario libro “La Necesidad del Mito”, Rollo May recuerda que aunque la bella ninfa Calipso ofreció a Ulises la inmortalidad si permanecía a su lado, él, quien extrañaba a su amada Penélope, y anhelaba que juntos envejecieran, escogió la mortalidad, aun sabiendo que para él significaría más años de tormentas y naufragios… un viaje de autodescubrimiento, de recuperación de su patria, el viaje del héroe que está en el origen de los grandes mitos, pasados, presentes y futuros.
“El mito de la patria —escribe May—, está simbolizado en el héroe, en el que se proyectan las aspiraciones de la comunidad. Sin él, a la comunidad le falta una dimensión crucial, pues él es su alma. Los héroes son necesarios para hacer posible que los ciudadanos encuentren sus propios ideales, su valor y la sabiduría en la sociedad… Estamos hambrientos de héroes [y de santos en el mundo de hoy] que actúen como modelos, como norma de acción, como ética en carne y hueso... Un héroe es un mito en acción”.
Pero, desgraciadamente, la racionalidad y sus “luces”, la modernidad y la fe en el poder de sus ciencias, han atentado en contra el mito. “Parecerá desconcertante —prosigue May— afirmar la necesidad de los mitos cuando en nuestra cultura nos hemos acostumbrado a etiquetarlos como falsedades. Incluso personas de una elevada inteligencia utilizan la expresión ‘sólo un mito’ como forma de desaprobación; la historia de la creación según la Biblia, por ejemplo, es ‘sólo un mito’. Este empleo del término ‘sólo’ como desaprobación del mito empezó con los Padres de la Iglesia, en el siglo III como forma de combatir la fe de las gentes en los mitos griegos y romanos. Afirmaban que sólo el mensaje cristiano era cierto y que las historias griegas y romanas eran ‘sólo mitos’… La negación de los mitos es en sí misma una parte de nuestra negativa a hacer frente a nuestra realidad y a la de nuestra sociedad… La sed de mitos y la decepción ante su ausencia se demuestra en el uso de narcóticos. Si no podemos dar sentido a nuestras vidas [con la develación del mito], al menos podemos escapar temporalmente de la monótona rutina mediante experiencias ‘extracorporales’ con cocaína, heroína, crack o cualquier otra droga que nos permita huir provisionalmente de este mundo”.
Hemos perdido la brújula que antes nos orientaba a lo largo del viaje. Debido al terrible estado de corrupción que vivimos, y a la edad psíquica que aún tenemos como pueblo que ha sido largamente sometido (incluidas sus extensas clases medias que en su mayoría también están hartas de la situación), la realidad encarnada de una nueva y mejor forma de vida social, que ya no tenga que reclamarse con el empleo de métodos violentos, necesariamente habrá de construirse, viajando por los tortuosos y arriesgados senderos de la epopeya, la tragedia y el mito que, como lo ha demostrado C. G. Jung y muchos otros, siguen vigentes en el hombre y la mujer de hoy, y que, como en el caso de Gandhi, por tomar una experiencia no tan remota, su construcción y deconstrucción mítica, y los mismos ritos sacrificiales del Mahatma, y aun su asesinato, no condujeron a la India hacia una violencia extendida, sino sólo asumida en algunos actos de resistencia ejemplar y desobediencia civil. Por eso, tocayo, creo debemos confiar en nuestra vocación de paz y no albergar el miedo a que la violencia estalle.
El reto es ¿cómo resistir pacíficamente —como Gandhi— a la violencia reprimida por una legalidad comprada que ofrece impunidad a la bestia, míticamente representada por esos 30 potentados y su ejército de denostadores profesionales? ¿Cómo resistir —como Cristo— a la tentación del demonio que en el desierto lo incita a hacerse del poder absoluto? ¿Cómo distinguir, sin negar la existencia del demonio, que al mito no sólo lo alimenta la obsesión fáustica, sino los grandes motivos que dan sentido, aquí y ahora, a nuestras vidas? ¿Cómo hacer los cambios estructurales que la justicia reclama al modelo político y económico, como la eliminación de los monopolios, las concesiones y los privilegios fiscales, la impunidad del crimen organizado, etc., sin ejercer la violencia en contra de personas humanas, como por ejemplo las que AMLO señala como responsables de esta crisis?
¿Sería justa una “guerra santa” que convoque a arrebatar al rico lo que al pobre le hace falta? En todo caso, ¿no podría difundirse, otra vez más, aquella advertencia del obispo católico brasileño Dom Hélder Cámara, promotor de la Iglesia de los Pobres, profeta de la no violencia, teólogo de la liberación, traicionado y asesinado por uno de los suyos, que en los setentas quienes integramos nuestra preparatoriana, rebelde y entrañable fraternidad de “La Comuna” —querido tocayo—, reprodujimos en nuestra primera revista: “Opción”, y que decía: “Cristianos, dad vuestros anillos y vuestras pulseras; no sea que os cuesten vuestros dedos y vuestros brazos”… Y que podríamos agregar otras citas, por ejemplo: “Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista”.
Yo no tengo miedo a la mitologización en sí misma (con su posterior deconstrucción), sino a equivocados atributos que pretendan caracterizar al héroe y a los valores que lo inspiren. Porque ciertos valores aparentes pueden esconder claves —conscientes o inconscientes— para la denostación del héroe, como la opinión que Fidel Castro, con su mañosa lógica inversa, propia de “gigante de las siete leguas”, ha manifestado sobre López Obrador (a quien dice no conocer personalmente): "Será la persona de más autoridad moral y política de México cuando el sistema se derrumbe y, con él, el Imperio". De nuevo, la presencia del mito de los celos de un padre que teme ser destronado por el hijo y, en consecuencia, como un Cronos devorador de sus propios hijos, le presenta una trampa que se transforma en un bumerang. Porque sabemos que el Imperio no está próximo a derrumbarse y, además, que Cronos fracasó en el intento de devorar a su hijo Zeus quien, después de rebelársele, lo destronó.
A lo que también temo es a la contraconspiración, a la manipulación desmitificadora que pretende “chatarrizar” nuestras raíces y creencias profundas, banalizar y cosificar al hombre y a la mujer, volviéndonos sólo un instrumento económico al servicio de unos pocos que se enorgullecen de proclamar la neolibertad y que, contraria y maquiavélicamente, no es sino la nueva forma de esclavitud.
Hasta hoy, como dan fe quienes estudian el drama de la vida, y la vida del drama, como el cineasta y profesor emérito Sergio Román Armendáriz ( http://www.sergioroman.com/ ), los procesos de mitologización suelen ser reproducidos, en forma recurrente, por quienes comunican los viajes que emprenden los héroes, incluidos los pacifistas. Los mitos no se crean, sino que se recrean, porque sus semillas ya están presentes en el alma de todos y cada uno de nosotros. Y si México quiere de verdad resucitar de las cenizas ardientes que lo están consumiendo, sólo puede hacerlo mediante actos de heroísmo, si no es que de franca santidad y hasta de martirio.
Me parece que, así, vamos aproximándonos al diseño de la campaña imaginada y podríamos hablar de dos etapas (mitológicamente —o si se prefiere arquetípica o simbólicamente—, semejantes al Antiguo y al Nuevo Testamento):
1. Etapa veterotestamentaria:
La del ineludible mito que, al vencer tantas adversidades, por fin lleva al héroe hasta el triunfo electoral. Su mímesis consiste en imitar (quizá en cierta forma “tropical”), no tanto al localismo tabasqueño de Tomás Garrido Canabal, que sugiere Enrique Krauze, con seca ironía, sino de plano a un profeta (por lo menos de proyección nacional), que a punto de ser ejecutado por los treinta potentados y sus denostadores, como víctima expiatoria en el altar de la política, es rescatado por el pueblo (a imitación del modelo de Yahvé cuando impidió que Abraham sacrificara a su propio hijo Isaac)… pueblo que busca que su héroe (como una especie de Moisés) lo prepare y lo conduzca hacia la tierra prometida y, por ello, hoy, vuelca masivamente sus votos hacia él.
2. Etapa neotestamentaria:
Tomo otra idea de René Girard, a quien ya citaste: “… no es la ausencia de gozo físico lo que decepciona al héroe stendhaliano o proustiano cuando posee al fin el objeto de su deseo. La decepción es propiamente metafísica. El sujeto comprueba que la posesión del objeto no ha cambiado su ser, que no se ha producido la metamorfosis deseada. El objeto súbitamente desacralizado por la posesión y reducido a sus cualidades objetivas es lo que provoca la famosa exclamación stendhaliana: “¡Es sólo eso!”.
¿Y, en este caso, qué es sólo eso? ¡La elección presidencial! Por ello, al ganarla el héroe gracias al pueblo, luego de haber vencido al mítico dragón, una bestia apocalíptica de treinta y más cabezas (como aquella Medusa cuyo poder sobrevive, pero multiplicada, con la que recreas y deconstruyes el mito en una de tus críticas al sistema publicada en “Proceso”), en vez de que al vencer AMLO, el héroe, se autosacralice, vanaglorie y escude tras un poder absolutista, apenas sostenido por las anquilosadas instituciones de un fallido y liberal Estado de Derecho, o de metafóricas tablas de la Ley, consciente de su tremenda responsabilidad, el héroe muere a la construcción mítica de su personaje, deconstruyéndose públicamente, como un grano de trigo que muere para dar fruto, renaciendo y reconociéndose como un hombre real y sencillo, como tú —tocayo— lo imaginas, consciente de que no recibe un trono para someter al pueblo, sino un mandato de éste para servirlo, si no todavía en la plena construcción de la "Civilización del Amor" (a la cual ya apuntan, incipientemente, algunas de las ideas que AMLO ha manifestado), sí en las provisorias vías que traza la democracia, abriendo cada vez más puertas hacia la justicia, la participación, la subsidiariedad (o las autonomías) y la solidaridad…
Colofón:
Temerle a la mitologización es correr el peligro de ser absorbidos por la estrategia de la cúpula política y económica que, para seguir sosteniendo y legitimando su poder, ha formado un “holding” entre los altos políticos y empresarios, en orden a firmar con su marca común: “El Bicentenario”, todos sus mensajes banalizadores, caricaturizadores, mercantilizadores y aniquiladores del mito revolucionario, pues tienen pavor de que su poder de convocatoria se reproduzca en una mímesis violenta que asuman los subalternos al insubordinarse de nuevo, ante esta crisis insostenible que nos sofoca.
Por ello, creo que es necesario mantener la flama del mito que, como núcleo atómico desencadenante de potente energía, sea canalizado no hacia la explosión violenta, como una bomba nuclear, sino como una eficaz –aunque no exenta de peligros- planta nucleoeléctrica, que por medio de la no violenta “insubordinación de los subalternos”, logre un luminoso triunfo electoral que deje clarísima la voluntad mayoritaria del pueblo.
Y, sólo hasta entonces, comenzar el proceso de la deconstrucción del mito y de la reconstrucción del alma de nuestra nación inspirada, en una primera etapa, en valores democráticos.
A partir de ahí, caminar hacia la deconstrucción y superación del mito de la separación Iglesia-Estado, encaminándonos a construir la Civilización del Amor; es decir, una Iglesia no sustentada en modelos constantinianos, ni erastianos del poder, sino en el modelo auténticamente cristiano: una civilización ya no como la polis griega o la civitas romana, sino como una comunidad de hermanos que se aman y buscan su bien común, a la medida de sus proporciones humanas, y que, por tanto, ya no requieren de un Estado liberal con sus falsas e inalcanzables promesas, ni sus rígidas leyes, ni sus relaciones de dominio y sumisión, ni del monopolio de la violencia, sino de una nueva ley, la que ya anunció Cristo: la Ley del Amor, que supera aunque no anula, aquí y ahora, las antiguas leyes hasta en tanto logremos vencer, con la muerte y la resurrección, nuestra naturaleza corrupta.
Respuesta a la Carta "2" de Javier OTK
por Javier Sicilia
Mil gracias por tu respuesta, querido tocayo. Es tan vehemente, que no sé qué decir. Yo, en lo personal, no iría tan lejos. Para mí el mito, tal y como lo usas, sólo habita en la poesía y en el lugar donde los hombres pueden amarse, es decir, en comunidades proporcionales y construidas en la libertad, es decir, al margen de cualquier poder –por eso el gandhismo sólo pervive en los pequeños ashram que comprendieron la humilde dimensión del alma de Gandhi y de su propuesta--.
Por eso, yo separaría tajantemente a AMLO de Gandhi y aún más de Jesús.
AMLO es un simple político, con un programa de gobierno que trata de palear algo de las enormes desigualdades de nuestro país. Pero no tiene ni la grandeza de alma de Gandhi, ni su cultura y mucho menos la profundidad espiritual para comprender el mensaje evangélico de Jesús: su lenguaje es a veces violento –lo que auspicia el resentimiento—y su propuesta política, que es la única que realmente existe, es aún deficiente –por eso en el artículo de Proceso que le dediqué hablaba de la necesidad de pulirlo--.
En ese sentido, sigo negándome a relacionarlo con el mito, como tú quieres hacerlo. Creo, es cierto, que es el único que puede ayudar al país a levantarse un poco, siempre y cuando la izquierda se una a él, pero también creo que decepcionará.
Como digo, AMLO no sólo no tiene la estatura del mito, sino que está rodeado de una camarilla de gente ruin, de una clase política y empresarial también ruin y de problemas –los del país—tan inmensos y tan brutales, que si se le quiere asociar con el hombre providencial y el héroe mítico, será terriblemente atroz. Si su figura no se delimita, a lo puramente humano y posible, su propuesta se convertirá en un colectivismo del resentimiento, que sus enemigos, que son muchos, utilizarán, como ya lo hicieron, para desacreditarlo. Si se deja arrastrar por los que creen en su condición mítica hasta el punto de aceptarse como un ídolo –y esto es siempre lo que el pueblo espera del héroe—entonces su imagen se deslizará hacia la del seductor.
Mitificar a AMLO y el cargo al que aspira es terriblemente peligroso, es burlarse de Dios.
Yo, en realidad lo único que espero de él es que sea un hombre honesto, humilde y que camine con la gente, al lado de sus problemas que son tan duros como la cotidianidad en que todos vivimos. No espero otra cosa, ni tampoco la quisiera. Creo que el mito, en el sentido de Girard y como él mismo lo ha mostrado en su larga obra tan luminosa como insistente, ya ha hecho demasiado daño al mundo.
Va un inmenso abrazo para ti, querido tocayo.
Carta “3” a Javier Sicilia
de Javier OTK
Tocayo, cuando dices que mi respuesta es tan “vehemente” que no sabes qué decir, ¿lo que me quieres dar a entender con esa palabra —como la define el diccionario de la Academia— es que “obro de forma impetuosa e irreflexiva, dejándome llevar por los impulsos”?
Y, al decirme que mitificar a AMLO es burlarse de Dios, ¿estás excomulgando a quienes lo han estado develando como un mito, y de paso a mí que lo analizo y lo evalúo dentro de esa realidad que ineludiblemente está teniendo que asumir AMLO, a quien separas “tajantemente” de Gandhi y aún más de Jesús, y de quien afirmas que es un simple político que no tiene ni la grandeza de alma de Gandhi, ni su cultura y mucho menos la profundidad espiritual para comprender el mensaje evangélico de Jesús? Cuidado, porque parece que ya lo condenaste antes de confesarlo.
No tengo el ánimo de combatir contigo, tocayo, sino de lograr un constructivo punto de encuentro, porque para debates y enconos ya tenemos muchos con los de la clase política. Sin embargo, ante tu compacta y ofensiva defensa, no puedo callar que me parece que es una burla más grave hacia Dios la satanización de una persona, juzgarla en forma tan “vehemente”, como correspondería a la Santa Inquisición y sus actuales emuladores (por cierto tan “maiceados como maiceadores”), de cuyas lenguas debemos cuidarnos más que de mitologizar, pues son ellos quienes le han hecho tanto daño al mundo, mucho más de lo que le ha hecho el mito.
“¿En qué creen los que no creen”, volverían a pensar Umberto Eco y Carlo María Martini, si tuvieran ocasión de reanudar su diálogo epistolar… ¿O en qué creemos los que creemos creer?... ¿Qué sugieres tú, querido tocayo, para darle continuidad luminosa y fraterna a nuestro diálogo?
Como tú, yo también te mando un inmenso abrazo.
Respuesta a la Carta “3” de Javier OTK
por Javier Sicilia
Te equivocas, querido tocayo. Cuando califico tu segunda carta de vehemente, lo hago en el sentido de su primera acepción: apasionada, pero no irreflexiva. Tampoco excomulgo a AMLO. Simplemente digo --algo que las mitificaciones modernas nos han enseñado: el culto al Führer o al caudillo o al Padrecito Stalin-- que eso es peligroso y que, de alguna forma, es una burla a Dios, porque se le usurpa un sitio que sólo a Él pertenece.
Tampoco lo condeno, ni lo satanizo, ni mucho menos ejerzo sobre él y sobre ti, un acto inquisitorial -- ¿no sé de dónde sacas eso?; ¿disentir con argumentos, es satanizar?, ¿explícamelo, por Dios?
Lo único que trato es simplemente de ponerlo en su justo sitio, el de un ser humano, con virtudes y defectos, y señalar sus errores, de los que, tú y yo sabemos, debe cuidarse. Creo, en ese sentido que también los que hoy están en el poder han querido mitificarse, y sus consecuencias están a la vista.
Detrás de todo mito hay siempre un culto y eso, independientemente del magnífico análisis que haces sobre el mito, es, desde mi modesto punto de vista muy peligroso en política. La política es el espacio de lo público, es decir de los hombres de carne y huesos que nos enfrentamos con problemas comunes que debemos resolver con sentido común --es una enseñanza de Gandhi-- y no el espacio de los héroes. Me gustaría dialogar desde allí.
Creo, cada vez más que una de las cosas que más daño le han hecho a la intramundanidad de Cristo, es decir, a su encarnación, a su estar con los hombres en los límites de su humanidad, es haberlo mitificado y haberlo puesto en el sitio de los dioses del mito y su poder. Cristo es la negación del poder, de la omnipotencia, de las esperanzas en un "Deus ex machina", es alguien que nos enseña a ser lo que somos: hombres, sólo eso, y no, como lo quieren los poderes, dioses, capaces de resolver la finitud de la vida milagrosamente.
Quisiera volver a esa revelación y hablar de la política desde esa humilde y simple realidad, que es lo que más necesitamos los hombres de hoy. Lo otro, como te digo humildemente, me rebasa.
Asombrado de que mi respuesta te haya molestado, te mando otro gran y profundo abrazo.
Carta “4” a Javier Sicilia
de Javier OTK
Querido tocayo, no es que me haya molestado tu respuesta, sino que quería que me precisaras algunos de tus conceptos. Estoy profundamente de acuerdo contigo en lo que dices del mito, del héroe y del culto. Es exactamente lo que estoy planteando en la segunda etapa de mi carta “2” (que metafóricamente denomino “neotestamentaria”), estadio que podremos alcanzar sólo hasta cuando asimilemos el verdadero sentido del mensaje de Cristo.
Pero recuerda, tocayo, que este diálogo comenzó a partir de tu pregunta de cómo se desarrollarán las técnicas de la denostación en la arena mediática rumbo al 2012. Y es eso lo que he pretendido analizar e imaginar, aunque tú intentas brincarte esa etapa para ubicar nuestro diálogo en un estadio que veo, sí, más profundo, pero mucho más lejano.
En la situación en que nos encontramos aquí y ahora, y por como veo que se están presentando las cosas en la arena política, y en lo que ya se advierte de las ante-pre-campañas hacia el 2012, me parece que la única forma, en la práctica, para que AMLO logre el triunfo en la elección, es capitalizando el discurso que ya ha venido desarrollando y que lo ubica, por el momento, en el terreno del mito, el heroísmo y el culto.
Eso no significa que yo no esté profundamente de acuerdo contigo; sino que me gustaría imaginar que, en una etapa posterior a su campaña, AMLO habrá alcanzado gradualmente la estatura para deconstruir el mito y servir a la comunidad en orden a que ésta encuentre el mejor camino para su convivencia humana y social.
De hecho, parece que AMLO ya está avanzando en esa dirección, pues su nuevo lema no canaliza el culto hacia su persona, cuando dice: “Sólo el pueblo puede salvar al pueblo”, con lo cual no evita por completo, aún, el estadio del mito, el heroísmo y el culto, porque lo transfiere al pueblo, como si éste pudiese ser su propio mesías, y tú y yo sabemos que sólo Jesús salva. Sin embargo, con ese lema, ya se está orientando hacia el estadio de la democracia, lo cual me parece que es un signo provisorio de esperanza.
Una de las limitaciones de la comunicación y el análisis políticos desde ciertos enfoques que se autonombran cristianos, no es la mitologización, sino la antropologización. Por centrarse en la fragilidad de la naturaleza humana, reducen, niegan o se olvidan de que el hombre y la mujer son eso y mucho más. Su semejanza con Dios los hace sagrados, tanto en su dimensión personal como comunitaria. El pueblo es sagrado. A partir de ahí, toda fundación o refundación de una comunidad, tiene un origen y un fin sagrado. Nada más humano que lo sagrado.
El gran problema actual, debido en gran parte al liberalismo, y a todos los movimientos y concepciones que le prepararon el terreno para instaurarse, es que se insiste en la escisión entre lo religioso y lo secular. No es momento aquí de recordar lo que ya sabemos respecto a cómo fue llegándose a ese divorcio. Lo importante es aceptar que Cristo no vino a enseñarnos eso, sino todo lo contrario.
Su encarnación es nada menos que la divinidad y la eternidad penetrando en la humanidad y la temporalidad finita del hombre y de la mujer. Cristo no se encarna para comunicarle fragilidad a la humanidad, porque ella ya la padece, sino para darle sentido más allá de sus límites, más allá de su carne y de este mundo, y por supuesto sin negar esta casa nuestra en el tiempo que habitamos. Su encarnación se nos presenta, usando tus propias palabras, querido tocayo, como “el reflejo de lo oscuro”; es decir, como un anuncio sensible y evidente de la luminosidad y esplendor que, con Él y en Él, se manifiesta en nuestra carne…
Si la humanidad pierde la fe en este sentido, está totalmente perdida. No podrá jamás encontrar una forma de vida personal y social que valga la pena vivirse. Por eso toda revolución que desconozca esta fe trascendente, al desconocer profundamente quiénes son el hombre y la mujer, fracasará en su intento de devolverles un espacio digno.
La única revolución verdadera y eficaz es la metanoia: volvernos a Cristo y asimilarlo en nuestras vidas; entendiendo la palabra asimilar, en su doble acepción, la de hacernos similares a Él y la de ingerirlo y digerirlo.
Este acto sagrado, de amor extremo, para algunos bárbaro y violento, es el principio fundante de una comunidad plenamente humana.
Sólo desde ahí puede comprenderse la violencia con la que Jesús expulsa a los mercaderes del templo. Al evocar dicha escena, no puedo más que regocijarme ante la belleza de su celo por el espacio sagrado de su Padre, que es nuestro propio templo, nuestra propia comunidad, nuestra propia carne.
Respuesta a la Carta “4” de Javier OTK
por Javier Sicilia
Querido tocayo: Yo, como te digo, no me siento capacitado para entrar en esos terrenos. Me provocan espanto. Estoy cada vez más convencido de que los hombres debemos buscar lo sencillo, lo simple, lo proporcional, lo limitado, lo, para hablar en el lenguaje del Evangelio, pequeño y pobre -Cristo no se encarnó como omnipotencia y, mucho menos, murió con ella. Cristo, es, de allí su escándalo, la antítesis de todo eso--.
Una buena política sería aquella que se dirige hacia allá, y yo no veo en esas relaciones míticas que propones, al hablar de AMLO, algo que para mí resuene en esa dirección. Lo simple y pobre para mí no tiene que ver con el mesianismo, ni con esas “mañanas que cantan” de las ideologías históricas –formas modernas del mito-- que han demostrado ya su fracaso –las últimas que nos quedan son el progreso y la economía, entendida como “crematística”, esa forma del mercado que tanto espantaba a Aristóteles--.
En este sentido, no veo que AMLO camine hacia allá –ningún político hoy camina hacia allá--. AMLO, al igual que otros, es alguien que se creyó ese axioma moderno del progreso y de la riqueza y quiere hacerlos más equitativos –eso me crea ciertas simpatías hacia él--, y digo ciertas, porque en el fondo –lo he escrito muchas veces en “Proceso”— no creo que exista tal cosa como la riqueza. El mundo es pobre y limitado. En ese sentido, sólo se conserva. Cualquier riqueza sólo puede surgir, como podemos testimoniarlo a lo largo de la historia, donde hay despojo.
Por ello hablo de la necesidad de una política de los límites y de la pobreza. Esa, a pesar de los discursos de AMLO, no está en su plan de gobierno. AMLO, como Marx, que creía en el progreso, y como toda la izquierda, sigue creyendo en la noción de riqueza que está también en la base del liberalismo económico. Sólo que quiere domesticarla, como si el capitalismo, que es la fuente de producción de riquezas y que es absolutamente inmoral porque se basa en el despojo –no hay progreso ni producción de riquezas sin él--, pudiese domesticarse. En eso me distancio de todos los políticos, incluyendo a AMLO.
Cuando escribí mi artículo, que suscitó tu respuesta, lo hice para decirle a la izquierda que sólo podía llegar al poder con él, pero eso está muy lejos de que crea que el proyecto de AMLO vaya a sacar al país del horror. Sólo escaparemos de él cuando hayamos construido una verdadera política de la pobreza y del límite que no tenga ninguna referencia ideológica.
En cuanto al añadido de tu cuarta carta. En el orden de mi fe estoy de acuerdo contigo, pero mi fe no es la de todos y no quiero, por amor a ella y a los otros, imponérsela a nadie. Te preguntaría entonces a ti, ¿cómo un mundo extremadamente laico y plural podría conducirse hacia allá sin caer en un fundamentalismo o en una teocracia? Yo, en lo personal, no creo que pueda realizarse, y no creo por una simple razón: el Evangelio no es un programa ni político ni religioso, es simplemente una revelación infinita e inasible que sólo puede vivirse desde la gracia y la libertad.
Carta “5” a Javier Sicilia
de Javier OTK
Me dices, querido tocayo, que en el orden de tu fe estás de acuerdo conmigo, pero tu fe no es la de todos y no quieres, por amor a ella y a los otros, imponérsela a nadie. Y enseguida me preguntas ¿cómo un mundo extremadamente laico y plural podría conducirse hacia allá sin caer en un fundamentalismo o en una teocracia?
Creo que al publicar lo que creemos, de ninguna manera pretendemos imponer nuestra fe a nadie. Por eso, tu pregunta parte de un supuesto que ni tú ni yo compartimos. Lo que buscamos es un espacio de libertad para poder expresar y vivir en congruencia con lo que creemos, respetando a los demás. Pasa que cuando tenemos un gran tesoro, y aspiramos a no ser egoístas, quisiéramos compartirlo. Al igual que Aristóteles, Jesús también se opuso a la usura; así que comparto tu crítica al progreso, a la riqueza y al moderno mito de la economía entendida como crematística.
En cuanto al mito, me parece que cuando dices que yo propongo esta vía para la campaña de AMLO, no ha quedado claro que no se trata de algo que yo esté proponiendo, sino que veo que ahí está presente. Y no sólo en la ante-pre-campaña de él, sino en muchos otros asuntos relacionados. Por ejemplo, ¿acaso no es una mitologización que en los medios internacionales se elogie a uno de los 30 que señala AMLO como el hombre más rico del mundo y que, al mismo tiempo, se diga que vive en forma austera con sólo 300 mil pesos mensuales, sin contar desde luego los que supuestamente utilizó para adquirir su casita de 44 millones de dólares en Nueva York?... ¿No es cierto que AMLO se refiere a otro de esos 30 como “el innombrable”, término que antes sólo se usaba para Satán o para otros seres oscuros de las mitologías?... ¿Acaso no suelen gritarle ciertas ancianitas agradecidas a AMLO que es su “rayito de esperanza”, pues nadie les ha dado lo que él?... ¿Y, otros, no se refieren a él como un “mesías tropical” o “un peligro para México”?... Ahí están los mitos, esa es la realidad que se ventila en el espacio mediático; yo no los invento ni los propongo.
Por eso, creo que he sido claro en que hay que superar ese período electoral, con un estadio alcanzado mediante la no violencia que permita abrir rendijas hacia un mundo más humano.
Además, me sumo a tu opinión de que se respeten los Acuerdos de San A-n-d-r-é-s, y haciendo eco a tu idea de construir una verdadera política de la pobreza y del límite, añado una pregunta: ¿“Conspiratio” podría dejar de imprimirse con tan modernas tecnologías y encargar su multiplicación, por ejemplo, a alguna comunidad de artesanos indígenas en Chiapas? ¿Y, en vez de distribuirse en los Sanborns, encontrar un sistema de reparto menos enchufado a las redes de la Gorgona?
Respuesta a la Carta “5” de Javier OTK
por Javier Sicilia
Concordamos, querido tocayo. Has hablado del mito que está en AMLO y lo has hecho muy bien. Pero, por lo mismo, insisto en desmitologizarlo para impedir que suceda lo que sucede con los mitos ya tremendamente degradados en nuestra sociedad...
En cuanto a tu pregunta sobre "Conspiratio", ¿qué puedo decirte? Vivo con una conciencia desgarrada ante los ojos de la Gorgona, y eso, en un mundo en el que se vive fascinado ante ellos, es ya bastante. Bajo esa desgarradura, uno sabe que a la Gorgona se le combate con sus mismas armas: un espejo en el que pueda mirarse.
Te quiero muchísimo
Paz, Fuerza y Gozo