por Javier OTK
Cuando casi todos nadamos en la mierda, es casi imposible que le huelas mal a quien está a tu lado. No necesitas ir muy lejos para descubrir, en cualquier parte, las escenas cotidianas de la putrefacción. Ahí está:
• ese ciudadano dándole una “mordida” al policía
• otro comprando mercancía pirata
• otra “agradeciéndole” al maestro por no haber reprobado al hijo
• otro funcionario público “maiceando” a los jueces
• unos obispos encubriendo a un sacerdote que abusa de los niños
• un empresario organizando tres empresas para asegurar una licitación pública
• otro oligopolio acordando los precios mínimos en que habrán de venderle las medicinas al Seguro Social
• un médico recetando los medicamentos que sabe que el almacén del ISSSTE no los tiene en existencia, pero que aun así se quedará con el vale y el paciente deberá comprarlos en una farmacia privada
• una ciudadana votando por el candidato que le regaló una despensa que compró con fondos del municipio
• un proveedor festejando porque se “chingó” a un cliente
• un comerciante gratificando al inspector para que no le cierre el changarro
• un empresario pagando la cuota que le exige un cártel a cambio de seguridad
• un político traficando influencias
• una joven amenazando a otra para que le compre unas tachas o unas grapas
• su madre cubriéndola para que la poli no la agarre
• un policía que protege al delincuente
• un contribuyente que evade impuestos porque culpa de corrupto al gobierno
• una autoridad que culpa al contribuyente de hacer fraude
• un militar que dispara al inocente
• un gobernante sin legitimidad producto de fraude electoral…
¿Me ayudas a completar la lista?
¿De verdad, necesitas un inventario completo para aceptar que todos somos responsables de la penosa situación que vive México? ¡¿Hasta cuándo?!
Dime, te lo ruego, ¿qué podemos hacer tú y yo —hoy mismo— para cambiar, y que nuestro entorno empiece a transformarse?