En su ceremonia de beatificación, pedimos al Papa el milagro de que el Presidente de México, por la paz de nuestra nación, asuma este mensaje de su encíclica social Centesimus Annus(46):
“La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado”.
El ultimátum ciudadano del ¡ya basta, estamos hasta la madre!, y la convocatoria a marchar por la paz y la justicia, en la potencia activa del silencio, partiendo de Cuernavaca para llegar al zócalo de la Ciudad de México el próximo 8 de mayo, ha provocado que las autoridades se empeñen más en reprimir las marchas, movimientos y expresiones ciudadanas.
Ante la indignación de la ciudadanía, las fuerzas “democráticas” del gobierno no han sabido reaccionar, ¡han enloquecido! Con las reformas a la Ley de Seguridad Nacional propuestas al Congreso por la Secretaría de la Defensa Nacional, la mafia que dice representarnos, busca a toda costa someternos por la vía totalitaria de un leguleyo Estado de derecho. ¡YA BASTA!
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leguleyo, ya. (Del lat. legulēius).
1. adj. Nic. discutidor.
2. m. y f. Persona que aplica el derecho sin rigor y desenfadadamente.
3. m. y f. Nic. Persona que hace gestiones ilícitas en los juzgados.
Enrique Krauze, en su artículo “Los motivos del lobo” publicado el 17 de abril de 2011 en los periódicos El Norte y Reforma, y en su sección online de Letras Libres, refiriéndose al liderazgo moral asumido por Javier Sicilia a raíz del brutal asesinato de su hijo Juan Francisco, le dedica, entre otras, las siguientes reflexiones:
“Javier Sicilia reencarna hoy, entre nosotros, el alma franciscana, la misma que fundó la espiritualidad de México”.
No me extraña que Krauze, en su egolatría infinita, sólo dé un crédito impersonal al “amigo” que le recordó el poema de Rubén Darío “Los motivos del lobo”, y se “fusile” el concepto franciscano con el que ilustré el homenaje a la revista Conspiratio en su primer aniversario y que publiqué el 6 de agosto de 2010 en el blog de Conspiratio y en mi blog PoliticOteka.
En el improvisado vídeo que realicé para aquel primer aniversario, juego con la conflictiva ley del mal que se le presenta al hombre y que, en la Epístola a los Romanos (7, 14-25), San Pablo sintetiza así: “Queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta”. Esto lo ilustro con la cornamenta del diablo que acosa al buen franciscano. Y lo contrasto con el espíritu de paz inalterable que Gandhi siempre ha inspirado en Javier Sicilia.
Sin comprender la apelación que Sicilia dirige al resquicio de humanidad, de honor, que subyace en los criminales (bastaría que leyera "El reflejo de lo oscuro" ), no obstante Krauze se atreve a contradecirlo: “Pero el mal que [Sicilia] enfrenta, al que increpa, no es un lobo: es el hombre (lobo sólo del hombre) que puede matar sin motivos…”
Parece que Krauze, el liberal, sigue sin comprender el espíritu franciscano; el Leviatán de Hobbes lo obnubila y lo mantiene anclado a su prédica: “homo homini lupus”.
¿Acaso Krauze, al justificar el uso de los fusiles con su consigna “combate armado a la violencia armada”, permanece atado a aquella lex talionis del ojo por ojo veterotestamentario? Lo que es seguro, es que Javier Sicilia apela a otra ley, la del Amor.
No obstante, Krauze reconoce: “Algunos pensarán que el llamado de Javier Sicilia es ingenuo. Yo no. Creo que no hay una vía única para combatir la violencia. Creo que debe combatirse por varias vías. Y una de ellas es la movilización de las conciencias. A muchas almas buenas conmoverá. A algunas malas almas tocará. A otras, que ni siquiera tienen conciencia de lo que está mal, las alertará. En suma, además del combate armado a la violencia armada, es bueno que Sicilia nos recuerde que la conciencia mexicana puede despertar”.
POST SCRIPTUM – 3 DE MAYO DE 2011 - DÍA DE LA SANTA CRUZ:
Días después de esta publicación, el 3 de mayo de 2011, Antonio Baranda publica en el periódico Reforma su entrevista a Javier Sicilia y retoma sus propias palabras para titularla: «El Estado no controla nada». Escribe: “Como poeta que es, Sicilia habla al corazón de los hombres. Diverge con Thomas Hobbes que ve al hombre como el lobo del hombre y justifica en eso la creación de un Estado que controle. «El problema es que ahora el Estado no controla nada. Si hubiese sido lo que dice Hobbes no estaríamos sentados aquí, hace mucho nos habríamos devorado»”…
Ese mismo día, Enrique Krauze sube a Internet su testimonio en el que rectifica su crítica, reconoce la obra de Javier Sicilia y se solidariza con su movimiento inspirado en el espíritu franciscano.
A continuación, el mensaje íntegro que el poeta JAVIER SICILIA pronunció este miércoles 13 de abril en Cuernavaca, y en el que a todos nos convoca a la Marcha Nacional por la Justicia y la Paz que partirá el 5 de mayo de la Paloma de la Paz en Cuernavaca, para llegar el 8 de mayo al zócalo del Distrito Federal.
Estamos hasta la madre.
Alto a la guerra.
Por un México justo y en paz.
Dios nos sobrevive, tan sólo él nos sobrevive, con el corazón dolido, rodeado de una gran matanza/ de hombres, de mujeres, de niños/ aguardando que comprendamos el amor y la justicia.
Jules de Supervielle.
Desde hace 8 días estamos aquí, en este plantón que no es sólo el signo de una herida abierta en la patria, sino también –en su pobreza e inestabilidad– de la indefensión y vulnerabilidad en la que desde hace mucho tiempo vive la ciudadanía azotada por el pudrimiento de sus instituciones y la irracionalidad demoníaca del crimen. Estamos aquí, en estas condiciones, exigiendo perentoriamente a las autoridades que encuentren a los culpables de este crimen que nos arrancó a nuestros hijos: a Juan Francisco Sicilia Ortega, a Luis Antonio Romero Jaime, a Julio César Romero Jaime, a Gabriel Alejo Escalera, y que nos ha estrujado el alma.
Las omisiones del gobierno de Marco Antonio Adame, de los Presidentes Municipales de Jiutepec, Miguel Ángel Rabadán, de Temixco, Nereo Bandera Zavaleta, de Cuernavaca, Manuel Martínez Garrigós y del Congreso del Estado han sido tremendas –recuerdo sólo una, clara y contundente, por no hablar de los más de mil homicidios que llevan sus gobiernos sin resolver: El toque de queda que el 19 de abril de 2010 decretaron los cárteles en la entidad y frente al cual estas autoridades no sólo fueron omisas, sino hasta obedientes y cobardes (ellas mismas cerraron temprano las instituciones públicas y dejaron a la ciudadanía a merced del crimen)–. Ese simple hecho, que se agrega a los más de mil crímenes sin resolver, a los de Juan Francisco, Luis Antonio, Julio César y Gabriel, y a los que se han sumado en estos días, me hace a nombre de la dignidad ciudadana, exigirle a Marco Antonio Adame, a Miguel Ángel Rabadán, a Nereo Bandera Zavaleta y a muchos congresistas omisosos y corruptos –cada uno de los partidos políticos conoce a los suyos y debe reclamárselos–, que renuncien inmediatamente a sus cargos de gobierno. Sabemos, por desgracia, que aún no existe la figura jurídica de la revocación del mandato –esperamos que pronto se apruebe y pueda ejercerse––. Pero existe la vergüenza y la dignidad. Cuando al llegar a sus cargos, ustedes juraron ante la patria, es decir, ante nosotros, los ciudadanos, que harían cumplir la Constitución o que el pueblo se los demandara, nosotros confiamos en ustedes. Ahora que han demostrado que han sido incapaces de cumplirla, el pueblo reunido aquí en el centro de los poderes de Morelos, les demanda sus renuncias. Si no lo hacen, llevarán la vergüenza en su frente y el desdén de los ciudadanos de este Estado.
No dudo, sin embargo y a pesar del oprobio en que nuestras autoridades nos han sumido, que hay buenos policías y buenos soldados investigando y arriesgando sus vidas para dar con el paradero de los asesinos de Juan Francisco, de Luis, de Julio y de Gabo. Pero en estos días no han dejado de multiplicarse los asesinatos de muchachos, de civiles, de migrantes, de mujeres, y sobre nuestras espaldas pesan cerca de 40,000 muertos con los que tenemos la deuda de poner en claro sus nombres, sus apellidos, sus historias para reivindicarlos moralmente e indemnizar a sus familias que, además de sufrir el desprecio y la criminalización de las autoridades, son pobres –nosotros, los ciudadanos de Morelos, al levantar el plantón y exigir la renuncia de nuestros malos gobernantes, hemos dejado en el suelo de la plaza de gobierno y como un símbolo del dolor y de la memoria las placas con los nombres de Juan Francisco Sicilia Ortega, de Luis Antonio Romero Jaime, de Julio Romero Jaime, de Gabriel Alejo Escalera, de María del Socorro Estrada Hernández, de Álvaro Jaime Avelar y de Jesús Chávez Vázquez. A esas placas iremos agregando las placas de las víctimas que se vayan reconociendo y de las que continúen apareciendo a causa de la inoperancia de nuestras instituciones. Hacemos un llamado a toda la nación para que en cada plaza de cada pueblo, de cada municipio, de cada Estado se haga lo mismo con los asesinados que allí vivían. En cada plaza del país debe haber una memoria de nuestros muertos en esta guerra imbécil, una memoria de nuestro Holocausto.
Frente a estas omisiones, frente a la violencia de todo tipo que se ha apoderado del país, frente a esta guerra mal planteada, mal hecha y mal dirigida, que lo único que ha logrado, además de sumirnos en el horror y el crimen, es poner al descubierto el pudrimiento que está en el corazón de nuestras instituciones, frente a toda esta locura que tiene desgarrado el tejido y el suelo de nuestro país, uno se pregunta: ¿Dónde están los gobiernos y sus poderes, dónde está la clase empresarial de la nación, dónde la Iglesia católica y las otras Iglesias que dicen custodiar nuestra vida espiritual, dónde está la dignidad sindical que dice guardar la nobleza de los trabajadores y dónde los partidos políticos que dicen tener un programa para la nación? ¿Dónde los ciudadanos que abandonándonos al cuidado del pudrimiento de las instituciones no hemos tomado en cuenta la lección zapatista de organizar en asambleas reconstituyentes nuestros barrios, nuestros pueblos, nuestras colonias para crear gobernabilidad?
Todos y cada uno de ustedes y de nosotros tenemos graves omisiones y complicidades criminales maquilladas de legalidad que nos han sumido en el caos y, como le dijo el poeta Mandelstam a Stalin, nos hacen ya no sentir el suelo bajo nuestros pies.
Hasta ahora, sumidos en sus intereses, empantanados en sus pequeñas y mezquinas ambiciones ideológicas, mediáticas y electoreras, empeñados en idioteces, lejos de detener esta violencia demencial están despojando a nuestros jóvenes de la esperanza y de sus sueños, y les están mutilando su creatividad, su libertad y su paz.
Los partidos políticos tienen gravísimas omisiones frente al crimen organizado. Esas omisiones han sido la moneda de cambio para acomodarse aquí y allá, erosionando las instituciones e hiriendo gravemente a la nación.
Los gobiernos, me refiero al ejecutivo y legislativo de la Federación, de los estados y de los municipios, han mantenido impune a una buena parte de la mal llamada clase política porque no han sido capaces de independizar al poder judicial de la política y con ello han protegido intereses y complicidades criminales. Cuando Colombia logró sacar del control político al poder judicial, logró encarcelar al 40% de los miembros del Congreso que estaban vinculados con el crimen. Son omisos también porque en nombre de una guerra absurda están destinando presupuestos multimillonarios para alimentar la violencia y, al quitárselos a la educación, al empleo, a la cultura y al campo, están destruyendo el suelo en el que la sobrevivencia y la vida pública tienen su casa.
El esfuerzo que podamos hacer los ciudadanos y algunos gobernantes honestos y comprometidos resulta inútil, estéril, sin jueces, magistrados y ministros que impartan justicia. Hoy son más los incentivos para operar en la ilegalidad que dentro de ella. Demandas y denuncias que se quedan archivadas por años, litigios y procesos a modo, amparos otorgados al vapor, sentencias recurridas y reducidas que demeritan ante los agraviados la sensación de haber recibido justicia e invitan a hacerse justicia por propia mano. Mucha de la sensación que hoy tenemos de vivir en la ilegalidad se debe a un poder judicial ineficaz, corrupto y dependiente de las mismas corrupciones políticas.
Los empresarios han sido omisos al cuidar sus intereses particulares por encima de los de la gente que hace posible la vida de los pueblos. Su egoísmo y su vida timorata les ha impedido denunciar a quienes de entre ustedes –que administran la banca y tienen algún tipo de empresas–, lavan dinero; les ha permitido administrar el desempleo para explotar el trabajo honrado, pero mal pagado, y maximizar sus ganancias; les ha permitido destruir formas de comercio nacidas de la vida de la ciudadanía con el fin de expandir sus mercancías y sus industrias, y destruir las formas de vida autóctonas. Han sido omisos –y aquí me refiero a los monopolios mediáticos– al no permitir la democratización de los medios, al manipular a la ciudadanía a través de ellos para conservar sus intereses, expandir sus capitales y negociar con los partidos. No es posible que en esta nación tengamos al empresario más rico del mundo y a 50 millones de hombres, mujeres, niños y niñas, despojados y sumidos en la miseria. Hoy somos testigos de una guerra entre los gigantes de la telecomunicación, una guerra tan imbécil y absurda como la que vivimos entre el crimen y el gobierno, y ya no sabemos bien si su disputa es por los mercados, por el espectro o por saber quien logra expoliar más a los mexicanos.
El Informe del Banco Mundial sobre Desarrollo que en estos días comenzará a circular dice, como lo señaló Jorge Montaño, integrante consultivo de ese informe, que “el empleo, la justicia y la seguridad ciudadana son fundamentales para romper los círculos de la violencia criminal y política (…) Los movimientos de violencia son mayores cuando elevados niveles de tensión se combinan con faltas de legitimidad o capacidad deficiente de las instituciones nacionales. México “se encuentra ante una oleada sin precedentes de violencia (…) El tráfico de drogas, la trata de personas, el blanqueo de dinero, la explotación (…) de los recursos naturales, la falsificación y las violaciones a los derechos humanos, son actividades lucrativas que facilitan la penetración de la delincuencia organizada en las vulnerables estructuras sociopolíticas, judiciales y de seguridad” de países como el nuestro.
Los sindicatos han sido omisos porque se construyeron no para la defensa de los trabajadores, sino para el clientelismo político. Han visto al Estado y lo siguen viendo como una ubre de la que pueden extraer ganancias corruptas. El caso más claro es el del sindicato de la educación que se ha convertido en un mercader de votos con el que anticipadamente los partidos y los gobiernos comprometen sus agendas y la dignidad del país.
Las Iglesias también han sido omisas. La mía, la católica, a la que me refiero por ser la mía y la mayoritaria en este país, ha sido omisa porque al reducir la vida del espíritu y la marea del amor de Cristo a una pobre moral sexual y al cuidado de la imagen ya muy deteriorada de su institución, ha descuidado el amor y el servicio a los pobres, y, semejante a la clase sindical y empresarial de nuestro país, ha buscado el poder, el clientelismo político y la riqueza humillando la Palabra. Ha sido omisa porque preocupada por la vida que está en el vientre de las madres –y que hay que defender–, ha descuidado las de los que ya están aquí. Estamos ante el mal y la Iglesia debe decir con San Agustín: “Buscaba de donde viene el mal y no salía de él”. Si ustedes hablan alto y con claridad, si se niegan a las componendas y a los privilegios, que ocultan el crimen; si son fieles a su Señor y están dispuestos como él a dar la vida, podemos hacer que el número de las víctimas disminuya más rápidamente.
Todos y cada uno de ustedes ha puesto como el valor supremo de la vida a la economía en su sentido más pervertido: el del consumo y el del dinero. En su nombre, han destruido todos los ámbitos de convivencia y con ello han destruido nuestro suelo y nuestras relaciones de soporte mutuo hasta sumirnos en el horror de la violencia, la miseria y el miedo. Cada uno de nosotros hemos también sucumbido a ello y conocemos nuestras traiciones. Por ello les decimos y nos decimos que toda esta violencia debe de terminar o al país se lo va cargar la chingada.
En 1994, cuando los indios de este país se levantaron en la frontera sur, en Chiapas, con su “Ya basta”, pusieron ante los ojos de la patria la inmensa cantidad de excluidos que las ambiciones, los intereses de ustedes y su luchas cerriles habían ignorado y humillado. Con ello, nos pusieron también ante los ojos la desgarradura que el tejido de la nación venía sufriendo desde décadas atrás. A pesar de los legítimos reclamos del zapatismo, a pesar de sus propuestas para rehacer un México en el que todos quepamos, ustedes los han ignorado, los han intentado desprestigiar y los han reducido a un cerco militar y mediático. Diecisiete años después, su sordera, y la continuación de sus mezquindades y ambiciones, han provocado que en la frontera norte, en Ciudad Juárez, se haya instalado la violencia, la impunidad y el miedo. Entre esa frontera: la del norte, la de la impotencia, la del pudrimiento de las instituciones y la del imperio de la impunidad y el crimen, y la otra, la del sur, donde resiste, como puede, un puñado de dignidad moral, las familias de este país están quebradas, pero no vencidas; están profundamente dolidas, pero no aterrorizadas, sino indignadas; llenas de esa fuerza moral que los indios y los excluidos de esta nación han sabido comunicarnos.
Con esa dignidad, y acompañados de Julián Le Baron, de Olga Reyes, de padres de la guardería ABC, de las madres de los asesinados en Salvarcar, de los deudos de los muertos de Pasta de Conchos y de tantos y tantos padres y madres que han visto asesinar a sus hijos, de Emilio Álvarez Icaza, del padre Miguel Concha, de Miguel Ángel Granados Chapa y de Alberto Athié, convocamos a una nueva marcha nacional para el domingo 8 de mayo en el zócalo de la Ciudad de México. Nosotros, la ciudadanía de Morelos, saldremos caminando de la Paloma de la Paz el 5 de mayo para pernoctar el 7 en la Espiga, escultura de Rufino Tamayo, que se encuentra en el Centro Cultural de la UNAM y salir el día 8 a las 7 de la mañana rumbo al sitio donde se asientan los poderes de la República. Invitamos a todos los ciudadanos de otros Estados de la República a que hagan lo mismo y juntos lleguemos al zócalo de la Ciudad de México.
Vamos a caminar en silencio, después de estos días de recogimiento y meditación, para detener la violencia; para decirles que aún estamos a tiempo de rehacer nuestro suelo y nuestro tejido social –uno de los dones más bellos que tenemos– y de refundar la nación.
Vamos a ir al zócalo de la Ciudad de México para exigirles al Presidente de la República, al Congreso de la Unión, a los partidos políticos, a sus líderes, a los empresarios, a los líderes sindicales, a las Iglesias y a sus jerarquías, que asuman su responsabilidad para que los millones de mexicanos que aman este suelo llamado México no vean cancelado absolutamente su porvenir.
Vamos a convocarlos allí para que con nosotros y ante nosotros se comprometan a firmar un pacto nacional auténtico, genuino, sin simulaciones y escenografías institucionales –esas instituciones que ya son meros vestigios de lo que fue una nación–; vamos a convocarlos para que firmen un pacto en el centro de la ciudad más dolida de entre las dolidas, en el centro de la ciudad que más muertos ha puesto en los últimos años: en el centro de Ciudad Juárez. Ahí, en la herida abierta de la frontera norte, vamos a convocarlos para que ustedes, que han malversado nuestro dinero, han decidido sin consultarnos en nuestro nombre, han defraudado nuestra confianza y han puesto al país en estado de emergencia nacional, firmen un pacto que les permita recuperar la representación de la nación que casi han perdido y hagan valer los cargos que ostentan antes de que sea demasiado tarde.
Pero vamos también allí a decirnos a nosotros mismos, frente a sus omisiones y complicidades, que también nosotros, desde abajo, podemos, si nos organizamos, tener asambleas constituyentes y reconstituyentes en cada colonia, en cada barrio, en cada comunidad, para crear gobernabilidad y seguridad locales y confiables.
Vamos a ir caminando en silencio –el lugar en donde nace la palabra verdadera y se recoge para comprender sus significados profundos–; vamos a caminar así para evitar que los gritos nos confundan y la indignación, que lleva a veces al insulto, nos haga perder el amor. Este silencio, en el que nos recogemos, marca un tiempo necesario para que surja la palabra y las palabras claras y precisas que necesitamos.
Iremos presididos por el máximo emblema de nuestra casa: la bandera de México. La llevaremos hasta allí donde se asientan los poderes de la República; allí en donde los antiguos miraron por vez primera el lago, el águila y la serpiente en el nopal.
Vamos a ir allí para exigirles que asuman la esperanza de todos con propuestas concretas y plausibles –algunas de las cuales llevaremos–; vamos a ir allí para obligarlos, porque ustedes han olvidado que la soberanía, como lo señala el artículo 39 de nuestra Constitución, radica en los ciudadanos– a que pacten con nosotros y de cara a nosotros; para obligarlos a realizar un esfuerzo profundo y sistemático que detenga esta violencia que nos está destrozando el alma y el cuerpo, y despojándonos del derecho que tenemos a vivir en paz en un México en el que todos quepamos con nuestros seres queridos que son todos los seres queridos de cada uno de los que habitamos este país.
Porque vivimos un tiempo límite vamos a ir también allí a preguntarles ¿Cómo pretenden ir a las elecciones si no son capaces de ponerse de acuerdo entre ustedes para defender la vida de los hijos y las hijas de nuestro amado México?
Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación y hacer que este dolor sirva para rehacer el amor y la justicia que perdimos.
A continuación dos vídeos con la entrevista completa de Carmen Aristegui a Javier Sicilia y a Emilio Álvarez Icaza sobre la Marcha para el Pacto Nacional:
A continuación una entrevista de la BBC:
“Satanizado entre líneas por el presidente Felipe Calderón, quien intenta apropiarse del ¡Ya basta! ciudadano y reciclarlo políticamente para justificar la ineptitud de su gobierno ante el crimen organizado, el poeta Javier Sicilia critica “la terquedad, la ceguera política y la ambición desmedida” del mandatario. Hasta el plantón que mantiene en Cuernavaca el colaborador de Proceso han llegado, armadas de valor, cientos de personas que por primera vez denuncian desapariciones, ejecuciones, extorsiones y secuestros, y no precisamente a manos de la delincuencia organizada. La marcha nacional a la que convoca Sicilia para el próximo 8 de mayo ya toma forma como sed de justicia y seguridad para todos los mexicanos…”
Usted, señor presidente Felipe Calderón, en su discurso del 12 de abril a los empresarios en Torreón, Coahuila, que difundió a nivel internacional, reprodujo -parcial y convenencieramente- la homilía del cardenal Norberto Rivera, al decir que no hay que confundirnos, que a quien hay que frenar es a los delincuentes, no a las fuerzas del orden. Censuró el “ataque político” al gobierno federal y a las fuerzas armadas por su lucha contra el crimen y demandó que la condena y el "ya basta" colectivo y nacional sea en contra de los criminales, a quienes sí se debe frenar, y no hacia quienes los combaten.
Lo que pasa, señor presidente, es que no sabemos quiénes son los criminales y quiénes los combaten. Si usted lo sabe, ya dígalo con precisión y no se limite a clasificaciones reduccionistas y melodramáticas de “ellos los malos y nosotros los buenos”.
Ustedes, nuestros “servidores” en el gobierno, se han encargado de que les perdamos la confianza. ¡YA BASTA! No pretenda inútilmente confundirnos, ya estamos creciditos. Mejor dedíquese el tiempo que le queda a limpiar la casa que la parte confundida de los mexicanos le encomendó.
Después de las marchas que, a nivel nacional, demuestran la capacidad potencial de organización que tienen las redes de la sociedad civil, aun cuando no cuenten con el amplio y decidido apoyo de los medios masivos de comunicación, cabe esperar que, si la sociedad así lo quiere, podrá iniciar un proceso de cambio efectivo, sin depender del gobierno, ni de la partidocracia, ni de la mediocracia.
Javier Sicilia, después de marchar en Cuernavaca el día 6 de abril, hoy se ha plantado en el zócalo de Cuernavaca hasta el 13 de abril.
Su pasión no es sólo la de un poeta que ha crucificado su pluma poética [como aquella cámara crucificada de nuestros cineastas de la Metafílmica], sino que está ofreciendo el sacrificio de su dolor de padre, por todas las hijas e hijos muertos de este país y por todos nuestros hijos e hijas que podrían ser los próximos.
Esperamos con Javier que, a más tardar ese día, las autoridades presenten a los culpables y sus cómplices, porque de lo contrario el movimiento, que ya se organiza, estallará a nivel nacional.
Esta es la oportunidad para salir de nuestros pequeños mundos y sumarnos todos al movimiento por una verdadera transformación a fondo de nuestra gran comunidad mexicana. Una transformación que se inspire en estas palabras de Javier Sicilia:
"El dolor que traemos no debe servir para sembrar odio, sino para encontrar la paz, el amor y la justicia que perdimos".
El siguiente vídeo es una realización de Eduardo Herrera.
A continuación, las palabras de JAVIER SICILIA.
Leídas por la actriz Ofelia Medina y el actor Daniel Giménez Cacho.
¡Qué descomunal dolor has de sentir cuando te arrebatan, con violencia innombrable, la vida terrena de Juan Francisco, tu único hijo varón! ¡Qué terrible que, de pronto, cuando menos lo esperas, en el infierno de un dolor que te desgarra y una rabia que te aguijonea, si no a la venganza, sí a exigir justicia, debas inventarte una fuerza para no quebrarte y abrazar tu fe para asumirte el padre de una víctima inocente y, más aún, para adoptar en tu corazón cristiano a todos esos hijos victimizados por la delincuencia y estigmatizados por el Estado y la prensa amarillista!
¡Qué terrible, también, que mientras la mayoría de la gente hace ofrendas, muestra su solidaridad y reclama justicia en marchas pacíficas, iluminadas por la luz de las velas, haya otro sector de oportunistas del activismo profesional que, sin atender el riesgo al que se refiere René Girard, se cuelgan de esta tragedia para fundar su rebelión justiciera en la sangre de víctimas inocentes!
Recordando nuestras recientes conversaciones y, sobre todo, haciendo oración, vuelve a mi memoria aquella escena del filme La Pasión, del realizador Mel Gibson, que describo en mi columna del cuarto número de nuestra revista Conspiratio, donde una gota cae desde lo alto y revienta en la tierra a un lado de la cruz del Hijo quien, no obstante que se duele por el abandono de su Padre, jamás pierde la fe y le encomienda su Espíritu. Y lo más asombroso y consolador de la escena es que nos sugiere, con un lenguaje sin palabras, que el Padre no ha abandonado al Hijo, sino que permanece ahí, muy cerca, experimentando un dolor inconmensurable que se encarna en esa lágrima que cae desde lo alto. Es un padecimiento que sólo es capaz de ofrecer el amor tan inmenso del Padre que, así, nos adopta como hijos para redimirnos.
Por eso, tocayo queridísimo, hablo de tu corazón cristiano que, inmerso en el infierno de un sufrimiento que te tienta para rebelarte, has optado por trascenderlo, dándole a tu dolor un sentido solidario y amoroso que nos invita a no perder la fe y a construir, basados en ella, nuestro compromiso por la transformación de este mundo que pretende sofocarnos.
¡Muchas gracias, hermano mío, por esta ofrenda que nos regalas, de tu dolor que tu amor ha transfigurado!
Javier OTK
A continuación, el fragmento con el que Carmen Aristegui introdujo su entrevista a Andrés Manuel López Obrador, y que en su página web http://www.amlo.org.mx/ aparece editada, mochada, castrada.