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viernes, 20 de mayo de 2011

DE LA FECUNDIDAD DE LA MUERTE

por enrique vigil


Este sentido artículo testimonial, escrito para nuestra preparatoriana revista LUMEN en 1973, acerca del secuestro y asesinato de nuestro joven amigo Rubén Enciso, ofrece hoy, a casi cuarenta años, un paralelismo impresionante con el de Juan Francisco, único hijo varón de nuestro también amigo Javier Sicilia.
La viñeta es de Arturo Bell (q.e.p.d.).


Estaba viendo la televisión, un noticiero, pendiente de noticias sobre mi amigo, Rubén Enciso, que había sido secuestrado, y había pasado ya mucho tiempo sin que se supiera algo de él. Y cuando notificaron que había sido encontrado su cadáver, quedé ingratamente sorprendido.

Pero más tarde, en el curso del mismo programa, entrevistaron a su papá, y lo que dijo dio que pensar a mucha gente. Sí, para algunos es increíble, pero él declaró que le daba gracias a Dios por ser uno de sus elegidos al ofrendarle el mismo sacrificio de Abraham, o sea su hijo.

Yo he meditado mucho. Murió un joven. ¡Qué triste y difícil de aceptar es esto! Estaba a punto de terminar su carrera de odontólogo, ya en enero lo lograba. Su matrimonio, que iba a efectuarse en noviembre, no quedó sino en proyecto. ¡A cuántas personas causó problemas que sólo el tiempo y la fe dirán si podrán superar! Su novia, sus padres, sus hermanas, sus demás parientes, amigos. Y sin embargo, dan gracias a Dios.

¿Quién tiene la culpa? ¿Los asesinos que causaron esta tragedia? ¿La sociedad? ¿El gobierno? ¿Dios? ¿Qué ganamos si se castiga a los criminales? Tal vez (?) se eviten algunos actos similares en el futuro, pero ciertamente Rubén ya no volverá. Y es en medio de este dolor, de este sufrimiento, cuando los cristianos descubramos que Dios está con nosotros, que El nunca nos abandona.

¿Cómo? Dice Cristo en el Evangelio: "El que tenga ojos para ver, que vea, y el que tenga oídos para oír, que oiga". Dios no nos habla por medio de palabras, o de prodigios mágicos. Dios habla por medio de los hechos, y en esta ocasión ha hablado muy claramente. Rubén, con su muerte material, logró la Gracia para sus padres, quienes le respondieron a Dios, como Él lo espera de cualquiera de nosotros, cristianos. Y para los que, ya sea de cerca o de lejos, somos testigos de ese compromiso y de esa entrega a Dios de los señores Enciso, es como un gran estímulo en nuestro camino hacia el Señor. Rubén cumplió ya con su misión; ¿cuántos de nosotros estamos conscientes de que la muerte puede sobrevenir en el momento menos esperado y frustrar los planes que teníamos para realizar a largo plazo? Mientras nuestro cristianismo sea platicado, de sociedad, estamos muy lejos de cumplir nuestra misión.

Mientras cada minuto de nuestra vida no sea vivido en el amor, estaremos equivocando el camino. ¿Qué ya no existen santos y profetas del Señor en estos tiempos? Recordemos las declaraciones del señor Enciso y reflexionemos; él dio su hijo a Dios y le da gracias al Señor. ¿Cuántos de entre vosotros estamos dispuestos ya no a dar un hijo, sino UNA de nuestras comodidades por AMOR al prójimo, o sea a Dios?


Yo, como el señor Enciso y como todos los que conocimos a Rubén, doy gracias a Dios porque su muerte no ha sido estéril. Claro, hay tristeza, pero no esa tristeza desesperante e inútil, sino esa tristeza serena que causa el AMOR. Y de aquí en adelante, creo que es cosa de cada quien el comprometerse o no hacerlo, al entregarse o no. Y pido al Señor que esté, como hasta ahora, con nosotros, y que como Él sufrió por nosotros, seamos nosotros capaces de sufrir un poco, por nuestros hermanos.


¡GRACIAS, SEÑOR!