por Javier OTK
La vanguardia de la Marcha de los cientos de miles por la Paz con Justicia y Dignidad, o “La Peregrinación del Amor”, como la llama el profeta Javier Sicilia, llega al zócalo de la Ciudad de México, como lo hicieran los fundadores de la gran Tenochtitlán. Hombres, mujeres y niños, jóvenes y ancianos, personas representantes de todo el mosaico social, económico, cultural, geográfico y racial que forma la nación. Un pueblo unido en su diversidad que, frente a su líder ciudadano, la “Voz de su tribu”, atiende y se solidariza con las demandas de justicia exigidas al Presidente, al Congreso, a los políticos, a los partidos políticos y al resto de las autoridades federales, estatales y municipales.
El silencio de la marcha se deja oír cada vez más fuerte.
Las campanas de Catedral se escuchan todo el tiempo, al fondo, como con sordina para no interrumpir, sino para hacer sentir la solidaridad de la Iglesia. Cuando el profeta Sicilia concluye su discurso y pide cinco largos minutos de silencio, la piel se nos pone chinita, sentimos un vacío en las entrañas, pero nos laten más aprisa los corazones que ya están incendiados. Al término de la oración ecuménica del silencio, las campanas tocan a todo volumen al igual que la emoción de los creyentes, y de muchos de los no creyentes.
Pero es entonces que me percato de una imagen espantosa. En la Plaza de la Constitución, por cierto tan “prostituida” como afirma Sicilia, y a un lado de Catedral, el Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo de la Nación donde se supone debería atender la máxima autoridad del Ejecutivo, permanece ciego, sordo y mudo, pusilánime ante el reclamo del pueblo soberano. Todas sus puertas y ventanas están cerradas, selladas herméticamente, comunicando su valemadrismo ante el grito popular del “estamos hasta la madre”.
De pronto un sentimiento íntimo que me desgarra por dentro, me hace recordar aquella frase de Jesús: “Os digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios”. (Mateo 19: 24)
Y, enseguida, el alterego de ese sentimiento que ya debería callar, poseído por un falso espíritu que amenaza con ahogarlo poniéndole la soga del camello al cuello, increpa que podría ser más fácil y rápido que el enriquecido Presidente Calderón responda a las demandas de la “Voz de la tribu”, a que el profeta tenga tiempo y voluntad de atender a quienes creemos y queremos seguir siendo sus amigos.
VÍDEOTESTIMONIO DE SIEMPRE TV
Para ver el vídeo del discurso completo que pronunció Javier Sicilia en el Zócalo el domingo 8 de mayo, haz clic en el siguiente enlace de IMPACTO TV:
El vídeo omite los siguientes dos epígrafes que también leyó Sicilia:
"Tal vez la era se convierta por completo en un tiempo de penuria. Pero tal vez no, todavía no, aún no, aun a pesar de la inconmensurable necesidad, a pesar de todos los sufrimientos, a pesar de un dolor sin nombre, a pesar de la ausencia de paz en creciente progreso, a pesar de la creciente confusión".
Heidegger
"(Nuestro) peso es (nuestro) amor; a donde quiera que se (nos) lleve, es él quien nos lleva. (Ese) don que proviene de (nosotros) nos inflama y nos eleva: (nosotros) ardemos y vamos".
San Agustín