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viernes, 20 de mayo de 2011

LA PERSONA Y EL PERSONAJE

por fabio morábito

Este breve ensayo fue publicado en 1973 por nuestra preparatoriana revista LUMEN.
Las fotos de Fabio las he obtenido en Internet. A la primera de ellas le he hecho un efecto especial de iluminación, pues estaba muy oscura.   Javier OTK.


Existe hoy día en nuestra sociedad un aspecto peculiar que me gustaría analizar: La cosificación del hombre, su degradación de persona a "personaje", o si se quiere mejor, su transformación de ente bio-psico-social a simple objeto al servicio de una clase dirigente determinada.



Ante todo, el hombre no es algo apartado de la realidad, una estructura viviente flotando en la abstracción del espacio. Es indispensable ubicar a todo individuo en un preciso medio ambiente, en una situación determinada y con una actitud específica. Estas serán dadas por el tipo de relaciones sujeto-realidad, por un lado, y el modo de llevarlas, por otro. Situación es "estar en una realidad concreta". Actitud se puede sinonimizar por comportamiento, conducta, etc.


Esta breve premisa antropológica y cosmovisionista del hombre es indispensable para comprender causas y motivos de su cosificación. Pero más que cosificación, que es afirmar cosas muy gordas, prefiero hablar de despersonalización. Hoy día, confesémoslo, el hombre prefiere despojarse de su más íntima identidad en aras de una personalidad-tipo, que es previamente aceptada por la colectividad y la mentalidad burguesa de la clase directiva, asegura mejor "éxito social" del sujeto. Pero para eso hay que despersonalizarse, esquematizarse a un molde impuesto por el concepto de "orden y sano trabajo" de nuestra sociedad capitalista, hay que dejar de ser lo que se es por lo que "conviene ser". Por eso mismo, a ninguna persona inteligente y aguda se le escapará el hecho de que todo éxito socio-económico en nuestro sistema implica, un sentimiento de complicidad y hasta culpa, que es el precio, junto a otras manifestaciones neuróticas más graves y crisis concienciales, para la conservación de la propia "imagen" ante el mundo.


Es interesante notar, y creo que es verdad, como las personas que aún están luchando para alcanzar el éxito (aquellas, para entendernos, cuyo "status" es aún precario), presentan, debido a su inseguridad, una personalidad-tipo más rígida y dura, un armazón ideológico implacable, recién "absorbido", y por lo mismo más pedantemente indestructible. Quien en cambio ha alcanzado un "status" muy alto, puede permitirse de vez en cuando ciertas "flaquezas" muy personales, pues los defectos que evidencia como persona, están ampliamente compensados por la "exitosa imagen" alcanzada como "personaje".

Ahora bien, el sujeto, como hemos dicho, ha de actuar un papel muy preciso en relación directa con su función en la sociedad. Ante ésta, el individuo tiene relaciones predominantes económicas, o en todo caso ampliamente inversionísticas.



Pero todo hombre, además de su trabajo, convive en otras estructuras colectivas; olvidándonos de la familia que es un discurso aparte, tenemos entonces al círculo social, aquella esfera convivencial rígida no por motivos económicos, sino por simples relaciones desinteresadas de libre intercambio interpersonal. En el círculo social están los amigos, y especialmente los varios "conocidos", las varías "amistades". Por ley, todos los integrantes de un determinado círculo social conviven en una misma clase social. Su "status", empero suele ser variable. El demostrar al otro que se tiene, que lo que se tiene se tiene bien, o que incluso se tiene más, es la íntima dialéctica a veces inconsciente de esos círculos. El afán de elevación del propio status, con permanencia en la clase social, no responde ni siquiera a algún motivo de superación, sino es un mecanismo de defensa ante los otros status en ascenso, a fin de no romper el equilibrio de la clase y quedar fuera de ella.

Pensando deductivamente, podemos llegar a comprender entonces la suposición que cada status, cada grupo y cada clase social institucionalizan en su seno un lenguaje específico, una determinada actitud propia, aptos a predecir el acceso de otros status, grupos o clases inferiores. Empero si por un lado se quieren mantener las distancias con los de abajo, se tiende a suavizar por el otro, las diferencias con los de arriba, tratando de confundirse con ellos.

Así pues, esta actitud de grupo no es exclusivista del grupo, sino que imita la actitud del grupo inmediatamente superior.

Pues bien, la mayor o menor eficacia con la cual se lleva una personalidad tipo aceptada por la clase dirigente por un lado, y la mayor o menor integración a la actitud del propio grupo, por el otro, van a ser los elementos fundamentales que van a integrar aquella especie de calificación que la colectividad otorga al individuo y que se llama reputación.

Esta viene a ser nuestra ficha de encasillamiento, y con ella y con una serie de palabras circunstanciales esculpidas en nuestra tumba de honestos ciudadanos, vamos a pasar tristemente a la historia, máscaras de nosotros mismos, hombres corruptos por el sistema, seres irremediablemente enajenados.